Crónicas académicas | “Una buena historia se cuece a fuego lento”
Frente al Canal de Panamá, en lo que antaño fue una base militar, hoy vive la ciencia. Allí está la Ciudad del Saber, anfitriona del XVI Congreso de la Red de Popularización de la Ciencia y la Tecnología para América Latina y el Caribe (RedPOP), nacida al calor de la UNESCO en los años 90. Y allí se reunieron, en la semana del 22 al 25 de abril, más de doscientos profesionales dedicados a contar historias inspiradas en el conocimiento académico, para intercambiar recetas, certezas y muchas preguntas sobre el presente y el futuro del oficio.
Cuatro jornadas tropicales –coloridas y calurosas– dieron forma a un programa de actividades con talleres, conferencias, debates y espectáculos de encuentro entre ciencia y arte. El menú fue rico en heterogeneidades y también en platos fuertes comunes. Uno de ellos fue el reconocimiento, casi catártico, del terreno pantanoso e inestable al que las tecnologías más nuevas, especialmente las redes sociales y la inteligencia artificial, empujan a las comunicaciones en general y a las científico-tecnológicas en particular.
Las conquistas de los públicos en Facebook se consiguen en los primeros tres segundos de contacto o no suceden y, en esa misma plataforma, el crecimiento orgánico ya no sirve; para sobrevivir hay que pagar. Las audiencias están más divididas que nunca y la inteligencia artificial impulsa nuestras vidas –por ejemplo, trasponiendo directa e independientemente artículos científicos en textos periodísticos–. A la vez, sabemos muy poco sobre qué hacer y qué significa esto. Este tipo de datos, conocidos pero espeluznantes, marcaron la señal de largada desde uno de los primeros paneles, organizado por el equipo de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt) de Panamá.
Se compartieron aguijones informativos similares que dejaron perplejo al público. Fue el caso, por ejemplo, del fenómenos destacado por el físico español Javier Santaolalla sobre los quince millones de fieles (¡más de mil veces el alumnado de la Universidad Nacional de Quilmes!) que consumen el contenido científico provisto por “elegidos” en YouTube. Y con ello también se desplegaron dos argumentos, no contendientes pero sí diferentes. De un lado los entusiastas. Del otro los escépticos (y preocupados).
Los segundos estuvieron presentes, entre otros, en la voz de periodistas destacados de la región y el mundo. Nora Bär (Argentina), Pere Estupinyà (España) e Iván Carrillo (México) fueron algunos de los que intercalaron conferencias a lo largo de los días y señalaron, por un lado, que si bien el algoritmo es poderoso no puede reemplazar el ingrediente humano que consigue el ángulo y el tono en las historias. Aunque también advirtieron que las máquinas son muy tontas pero aprenden muy rápido. Y que con la escasez de tiempo y el interés exclusivos en titulares, “podemos convertirnos en una legión de desocupados” y finalmente enterrar el pensamiento crítico, tal como lo expresó Bär en referencia al periodismo científico.
Los encuentros de disciplinas sobre el escenario del Ateneo regalaron suvenires diarios. El primero fue un concierto de ideas, músicas e imágenes a cargo de la multifacética artista panameña, Patricia Vlieg. Las siguientes jornadas concluyeron con cruces de humor y ciencia a cargo de los científicos orientales del grupo Bardo y con una exhibición de fotografías científicas, también organizada por Senacyt. Las danzas tradicionales tuvieron su número en la cena de clausura, a cargo músicos y bailarines oriundos de la propia Ciudad del Saber.
Cuando el viaje llegaba a su fin, hubo un bonus track con excursiones a hitos combinados de naturaleza y arquitectura: el Biomuseo, el Canal y el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales. El primero, en particular, compartió un gran homenaje a la biodiversidad a través del conocimiento científico, el arte y el diseño.
El zigzag de actividades, declaraciones y humores se volvió círculo en una de las últimas conferencias a cargo de la bióloga colombiana Brigitte Baptiste, directora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt. Baptiste omitió prólogos y hundió, con intensidad y precisión, el dedo en la llaga hasta el final al preguntar qué cuento contamos en este presente de innovación radical. “Nuestro futuro es cyborg. Nos volvemos máquinas y las máquinas se humanizan. El planeta que se nos viene es inimaginable” sostuvo, sintetizando el clima que permeó el encuentro panameño.
Baptiste también incomodó a la audiencia con una pregunta clave: ¿qué estamos entregando a nuestros interlocutores como verdad? Además, planteó que no es suficiente la rigurosidad si no involucra el cambio, si no se producen conocimientos con efectos políticos. Y finalmente defendió la urgencia –con ideas provocadoras como la del tarot de la biodiversidad– de explorar nuevas narrativas sobre nuestra posición en el mundo.
En palabras del periodista Carrillo, “las buenas historias se cuecen a fuego lento”. Y algo de eso sucede en la región que ya acumula largas horas de cocción, muchos obreros con mucho oficio y la llama encendida. Aunque con muchos desafíos –como el inevitable de profundizar el pensamiento crítico– la región está lista para aceptar la invitación de la Ciudad del Saber: “incendiar la región con entusiasmo por la ciencia”.
*Por María Eugenia Fazio.