La UNQ en Science Advances: los peligros de andar desincronizados
El equipo de Crononobiología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), comandado por Diego Golombek, lo hizo una vez más. De manera reciente sus miembros publicaron un artículo en la prestigiosa revista Science Advances que podría arrojar nuevas evidencias sobre los efectos de andar desincronizados por la vida. “Hay pruebas muy claras acerca de la incidencia de ciertas modalidades laborales, puntualmente de los turnos de trabajo rotativos, sobre la aparición de diversos tipos de cáncer. Lo que sucede es que se generan discrepancias entre nuestro ciclo endógeno y lo que pasa en el ambiente, y ello puede traer graves consecuencias”, dice Golombek. Y luego continúa: “Es muy posible que aquellas profesiones que por su naturaleza se ven expuestas de manera permanente a cambiar los horarios (pilotos de aviación, médicos de guardia, personal de seguridad) tengan una mayor propensión a trastornos metabólicos, del sistema inmune y, en casos extremos, al cáncer. Por ahora lo investigamos en ratones”.
Comencemos por el principio… y el principio es el reloj biológico. Un reloj biológico es una estructura marcapasos que genera una oscilación endógena, una periodicidad, similar a las 24 horas (por ello es circadiano, cercano al día) y que es capaz de responder a estímulos ambientales con el objetivo de ponerse en hora, es decir, sincronizarse. Surge evolutivamente como una forma de adaptarse a los cambios del ambiente. Su función es, sencillamente, predecir aquello que pueda llegar a suceder durante el día. “Los ritmos internos están regulados por unos dadores de tiempo, dentro de los cuales la luz del día se define como el factor más importante de sincronización del reloj interno. La OMS considera a los turnos rotativos y al trabajo nocturno como riesgos para la salud y como aspectos importantes en la progresión del cáncer”, describe Ignacio Aiello, biotecnólogo y doctorando de la UNQ.
“Existían muchísimos trabajos previos que mostraban que si uno desincroniza a los animales, es decir, los pone en situaciones circadianas anómalas, los tumores crecen más rápido. Desde aquí evaluamos cómo crecían aquellos que inducíamos experimentalmente y comprobamos que en muy poco tiempo, un mes y medio en promedio, lo hacían de una manera muy significativa”, apunta Natalia Paladino, miembro del Laboratorio. Esta línea de trabajo comenzó a ser explorada luego de la evidencia que mostraba, desde hace algún tiempo, que aquellas personas que trabajan en turnos rotativos durante muchos años tienen una mayor propensión a desarrollar tumores. “Nuestros estudios apuntan a entender, desde la perspectiva de lo circadiano, la función del sistema inmune en la evolución más rápida de los tumores. Si el sistema inmune está desconfigurado no tiene la misma eficacia para eliminarlos, por ello es que la sincronización del reloj interno es clave para que nuestro organismo se pueda defender de este tipo de enfermedades”, sostiene Paladino.
El experimento
Los ratones fueron sometidos a un ciclo de luz disruptivo para generar el desacople circadiano. Aiello lo precisa con dedicación: “Trabajamos con un modelo en ratones, a los que inoculamos una línea no metastásica de melanoma (cáncer de piel). Contamos con cuatro grupos, a algunos les inducimos cáncer y a otros no. Dos seguían patrones de luz/oscuridad normales (esto es, 12 de luz y 12 de oscuridad) y a los dos restantes los desincronizábamos, es decir, les adelantábamos el ciclo de luz/oscuridad 6 horas cada 2 días. De esa forma sus relojes internos quedaban desacoplados en este segundo caso”, relata Aiello que, además de ser un joven estudiante de la casa, es el primer autor del trabajo.
Desde este punto de vista, completa su explicación estacionándose en los resultados. “Lo que comprobamos es que en los animales con jet lag el tumor crecía mucho más rápido que en los otros, con condiciones de luz/oscuridad normales. La respuesta, creímos, estaba en el sistema inmune”. Resulta que las defensas del organismo se organizan de acuerdo a dos grandes perfiles: uno proinflamatorio –que intenta eliminar las células tumorales– y uno anti-inflamatorio –que favorece la proliferación del tumor–. “Cuando sometíamos a los ratones a la desincronización circadiana advertimos que los perfiles se perdían o bien se invertían. En efecto, se generaba una situación en la que el tumor se veía muy favorecido para su crecimiento”, destaca.
La investigación es el fruto de la confluencia de tres grandes áreas temáticas bien articuladas: la inmunología, la tumorigénesis y la cronobiología. “Si bien el sistema inmune intenta frenar la progresión de los tumores, estos poseen mecanismos activos que inhiben las defensas de nuestro cuerpo. Al mismo tiempo, sabemos que el sistema circadiano regula al inmune, que está distribuido por todo el cuerpo y ejerce diversas funciones dependiendo del sitio específico en el que actúa. Ello dota de una gran complejidad al organismo humano”, reflexiona Paladino.
La política
El propósito de todas las investigaciones que se generan desde el Laboratorio de la UNQ es generar conciencia sobre lo riesgoso que puede llegar a ser trabajar con turnos rotativos durante mucho tiempo. “Colaboramos de forma estrecha con organismos nacionales y empresas para mitigar los posibles efectos que tenga la desincronización sobre la salud, la calidad de vida, la productividad y el nivel de accidentología. Todavía falta mucha concientización acerca de las verdaderas consecuencias de andar desincronizados”, advierte Golombek. Ya vendrán las regulaciones y las políticas públicas. Mientras tanto, la ciencia empuja con evidencia.