Ciencias Sociales en pandemia: cuando la reflexión se vuelve acción
Entrevista con el docente e investigador Guillermo De Martinelli, sobre los aportes en el área realizados por los científicos de la UNQ.
La complejidad de la pandemia es tan apabullante que desde un primer momento requirió que todas las lupas científicas, desde diferentes perspectivas, enfocaran en el mismo sentido. En esta línea, una parte muy significativa de las contribuciones provino de los análisis, los debates y las reflexiones impulsadas por los investigadores en Ciencias Sociales. La Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), a pesar de su juventud, tiene una tradición muy importante en el rubro; credenciales que sacó a relucir, una vez más, en medio de un contexto colmado de incertidumbres. Bajo esta premisa, en este diálogo, Guillermo De Martinelli –docente e investigador en el Centro de Investigaciones sobre Economía y Sociedad en la Argentina Contemporánea– comparte con minucia algunas de las iniciativas en las que participó: proyectos que en general fueron de la reflexión (sobre una coyuntura por demás cambiante), hacia la acción (mediante la creación de políticas públicas).
–¿Cuáles fueron y son los aportes que realizan los investigadores de las Ciencias Sociales de la UNQ durante la pandemia?
Si hubiera que sintetizarlo te diría que hubo dos planos. Uno más analítico y reflexivo, relacionado al empleo de las herramientas conceptuales y teóricas que cada investigador tenía, con el objetivo de tratar de entender lo que sucedía. Este aspecto se vio muy claro cuando participamos con trabajos que ayudaron a comprender la actualidad, especialmente recuperamos debates que se iban produciendo en el marco de las redes sociales y los medios de comunicación. De algún modo, la coyuntura comenzó a orientar nuestros análisis. De hecho, así fue como se estableció la conexión con un segundo plano en el que emergieron con más fuerza los temas de agenda. Una agenda marcada por los medios hegemónicos con intereses políticos y económicos subyacentes.
–¿Qué trabajo realizaron en relación a este segundo plano?
Advertimos que la mayoría de las políticas que estructuraban la gestión de la pandemia podían ser observadas a partir de, principalmente, dos miradas. Una más centrada en la evidencia científica y otra más motivada por generar disputas y erosionar voluntades. Al observar lo que sucedía, desde las Ciencias Sociales procuramos enfocarnos en esta última representación, que tenía portavoces de la derecha política y podía traer graves consecuencias a la sociedad. Me refiero a los discursos anticuarentena, antirestricciones y otras posturas afines que minimizaban la gravedad de lo que estaba ocurriendo. Por lo general, son las mismas voces que proponían respuestas mágicas frente a una situación desconocida y que afectaba a todos los países del mundo. En evidencia, la pandemia tenía una gravedad que aún estamos padeciendo. ¿Por qué con la cantidad de muertes que trajo el coronavirus se construían discursos de este tipo? En particular, decidimos trabajar con un sistema de encuestas, cuyos resultados presentamos en los últimos meses.
–¿Qué buscaban analizar a partir de las encuestas?
Como te comentaba, planteamos relevamientos de los temas de agenda. Hallamos que muchos de los discursos que se construían desde los medios hegemónicos –que se oponían a la gestión de la pandemia y promovían los movimientos anticuarentena– impactaban de modo relativo. En la primera encuesta (enero de 2021, 120 preguntas, 3200 encuestados entre CABA y PBA) observamos que más del 60% de los que respondieron se seguía cuidando mucho, a contramano del supuesto “relajamiento” que se pregonaba sobre la ciudadanía. Y que los jóvenes –que habían sido colocados como los principales responsables por su aparente falta de percepción del riesgo– también tenían plena conciencia de lo que ocurría y se cuidaban bastante.
–Además incluyeron preguntas sobre las vacunas…
En enero, cuando todo estaba en discusión y desde algunos medios nos incitaban a pensar lo contrario, encontramos que la mayoría de las personas encuestadas estaba dispuesta a vacunarse. Hallamos que, más allá de que fuesen kirchneristas u opositores, existía una fuerte tendencia a querer inmunizarse. Otro dato importante es que a la gran mayoría de los individuos consultados no le interesaba el origen del laboratorio que producía la tecnología. También indagamos por el nivel de acuerdo o desacuerdo de las medidas sociales, como el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), el ATP (Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción), el congelamiento de tarifas y, de nuevo, observamos apoyo. En resumen, advertimos que las discusiones que en los medios tenían tanto vigor, en la sociedad no prendían del mismo modo, o al menos, tenían otra impronta. La segunda encuesta que realizamos estaba marcada por el regreso a clases presenciales.
–¿Qué exploraron en este caso?
Un porcentaje importante de la sociedad prefería que los docentes estuviesen vacunados antes de iniciar las clases. Además, a partir del análisis de los datos, comprobamos que no había una urgencia por pasar a la presencialidad hasta que la pandemia no estuviera más o menos controlada. La mayoría también tenía una percepción favorable de lo que había sido la experiencia virtual y el rol desempeñado por los profesores.
–De modo que hay una brecha entre los discursos que construyen los grandes medios y que nos hacen creer que piensa la mayoría, respecto de lo que efectivamente ocurre.
Exacto. Una de las preguntas que planteamos en esta encuesta es: ¿qué haría usted si fuese presidente y los casos aumentasen y las terapias intensivas estuviesen al límite? Propusimos una serie de opciones: desde cuarentenas muy estrictas con presencia de seguridad en las calles, hasta la ausencia total de medidas de restricción. El 63% de los individuos consultados, si ocupara el cargo de presidente, optaría por las acciones tendientes a una mayor restricción. El interrogante que seguía a ese es: ¿qué noción de apoyo cree que tendría por parte de la sociedad? Ahí las cosas se invirtieron porque generalmente contestaron que la población no acompañaría.
–¿Por qué piensa que sucedió esto?
Hay minorías que se construyen como mayorías y hay mayorías que cuando piensan en el apoyo que tendrían sus medidas (en el caso de que pudieran tomarlas) se piensan como minorías. Esto fue muy interesante de estudiar porque se vinculaba con el modo en que se construye la hegemonía, las subjetividades, el sentido común y la forma en que circulan los discursos. El próximo paso fue que todo este trabajo que hicimos pudiera servir como insumo para diseñar políticas públicas.
–Ustedes participaron de la convocatoria realizada por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación: “La sociedad argentina en la Postpandemia”…
Sí, el objetivo de esta convocatoria fue la construcción de grandes equipos de investigación para profundizar los análisis científicos. La iniciativa tiene un alcance inédito porque reúne investigadores de todo el país. De los 17 proyectos PISAC (Programa de Investigación sobre la Sociedad Argentina Contemporánea) que fueron adjudicados, participo de dos que fueron radicados en la Universidad Nacional de Quilmes y obtuvieron financiamiento de la Agencia. Sin embargo, hay tres más en los que participan científicos de la casa pero están radicados en otras universidades nacionales.
–¿Cuáles son esos dos proyectos en los que trabaja?
Uno lo dirige Javier Balsa y se titula “Identidades, experiencias y discursos sociales en conflicto en torno a la pandemia y la pospandemia: un estudio multidimensional sobre las incertidumbres, odios, solidaridades, cuidados y expectativas desiguales en todas las regiones de Argentina”. El otro, dirigido por Karina Ramacciotti, se llama “La enfermería y los cuidados sanitarios profesionales durante la pandemia y la postpandemia del COVID-19 (Argentina, siglos XX y XXI)”. En ambos casos, el desafío es que todo el conocimiento generado pueda transformarse en política pública.
–¿Qué política pública podría establecerse? La enfermería es un sector clave.
Lo que nos está mostrando ese proyecto es que existen déficits en la formación de los recursos humanos, carencias en los espacios laborales, reclamos por una mayor participación de esos actores en el diseño de las políticas sanitarias. El de la enfermería, como se ha visto, es un sector feminizado y muy heterogéneo, atravesado por distintos niveles de formación, gestión y responsabilidades. Lo que podría buscarse en clave de política pública se relaciona con la jerarquización.
–Seré abogado del diablo por un instante. Uno podría pensar que no se requiere de un proyecto de investigación para saber que la enfermería es un espacio que necesita más jerarquía.
Sí, pero hay que saber cómo jerarquizar. Cómo establecer nuevas jerarquías, cómo sistematizar experiencias que puedan recuperarse para avanzar en el proceso de jerarquización. Además, pensar en tener más o menos jerarquía no se limita a abordar la dimensión salarial; sino tratar de construir una política pública que les otorgue un lugar importante para el sector político y en el espacio público. Ello puede ir acompañado de la puesta en marcha de un programa de formación que reconozca esa heterogeneidad que te mencionaba. La perspectiva de género también es sumamente importante.
–¿Y el otro proyecto?
También tiene múltiples dimensiones relacionadas a la naturaleza, el territorio, la educación, la salud, las creencias. Es más ambicioso en la medida en que no está focalizado en un sector específico. Asimismo procura trabajar de un modo transdisciplinario a partir de herramientas metodológicas que permitan examinar qué ocurre con nuestra sociedad durante la pandemia. Lo interesante de todo esto es que a los científicos sociales nos obliga a decir algo, pero no desde la tribuna sino de un modo formalizado, a partir del ejercicio de la razón y la evidencia científica.