Bioproductos: cuando los residuos también se aprovechan
Con la biotecnología, los desperdicios pueden aplicarse tanto en la producción de bioetanol y bioplásticos, como en la remediación de pesticidas. Sobre ello conversa Lorena Rojas, docente e investigadora de la UNQ.
La fase actual del sistema capitalista, además de provocar la coexistencia de sociedades profundamente desiguales, se caracteriza por un consumismo exacerbado. Y, como no podía ser de otra manera, el reverso del consumo es el desperdicio. Desde aquí, durante las últimas décadas, la biotecnología ha discutido y reflexionado sobre cómo aprovechar los residuos de la mejor manera posible. La ingeniería genética es aplicada a microorganismos y proteínas que, desde el laboratorio, pueden ser claves en la producción de bioetanol, bioplásticos, así como también, en la remediación de suelos contaminados con pesticidas. En este diálogo, Lorena Rojas –docente e investigadora de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) en el Laboratorio de Bioprocesos y en el Laboratorio de Ingeniería Genética, Biología Celular y Molecular– describe en qué consiste cada una de las líneas de investigación en las que participa y cómo se podrían generar productos alternativos a partir de recursos renovables.
–Trabajás con bioproductos, ¿qué son?
El trabajo que estamos desarrollando, como señalás, se basa en la obtención de bioproductos. Se trata de un esquema en el que generamos microorganismos o enzimas para elaborar productos de mayor valor agregado a partir de residuos. Somos un grupo relativamente nuevo, que en la UNQ empezó de la mano de Pablo Daniel Ghiringhelli, y participa en tres líneas de investigación que se relacionan entre sí.
–¿De qué se tratan?
Con la primera, nos concentramos en la producción de bioetanol y otros combustibles de alto poder energético a partir del bagazo, uno de los residuos sólidos principales de la industria cervecera. Comenzamos con un proyecto con Cervecería Quilmes y después estrechamos vínculos con otras de carácter artesanal. El bagazo es un desperdicio que, a priori, es difícilmente aprovechable para generar bioetanol. Justo allí ingresan nuestros aportes: realizamos tratamientos físicos y luego agregamos enzimas o microorganismos que contribuyen a la conversión del residuo en un material apto para la producción de bioetanol. Luego agregamos alguna levadura que cuenta con la capacidad de generar mucho etanol y así es como finalmente lo obtenemos.
–Esto es muy conocido en el campo de la biotecnología…
Sí, es cierto. Pero la calidad del producto depende de la calidad del proceso. La clave está en la producción de un material apto a partir del bagazo para que las levaduras lo puedan aprovechar. Nuestro objetivo, en este sentido, es que pueda ser aplicado en el corto plazo. Por ahora estamos en la etapa de desarrollo desde el laboratorio, analizamos que sea factible y que se pueda escalar. Otra de las líneas que te comentaba se basa en la producción de bioplásticos.
–¿Qué son?
Hay microorganismos que en ciertas condiciones generan materiales poliméricos, que tienen características muy parecidas a los plásticos. De hecho, pueden servir para fabricar bolsas, recubrir alimentos y vasos, que reemplacen a los tradicionales derivados del petróleo. Los procesos de producción de los plásticos, usualmente, son poco amigables con el ambiente; de aquí la búsqueda de opciones sustentables. Lo que hacemos es generar organismos capaces de producir plásticos biológicos, biodegradables y que se pueden obtener a partir de residuos.
–¿Qué utilizan como residuo en este caso?
El residuo principal que deja la industria del biodiesel; me refiero al glicerol. A partir de ingeniería genética generamos microorganismos (también levaduras) aptos para emplear ese glicerol residual con el objetivo de producir bioplásticos. En esta línea, también nos interesa la generación de proteínas para degradar plásticos convencionales, con el propósito de contribuir en el combate de la contaminación que generan en los ecosistemas. En esto hay que ser muy precisos, porque puede suceder que en el afán de descontaminar se termina contaminando el doble.
–¿Y la tercera línea?
Tratamos de generar microorganismos y proteínas aplicados a la remediación de pesticidas. En concreto, trabajamos en la aplicación de sistemas biológicos para descontaminar ambientes o sistemas. Los agroquímicos generan ventajas pero también muchos problemas, porque son tóxicos para la naturaleza: contaminan suelos, aguas y alimentos. Hay muchos estudios que demuestran que aquello que comemos, algunas veces, tiene un alto contenido de pesticidas. A través de los microorganismos buscamos degradar los agroquímicos.
–Las tres líneas tienen algo en común: utilizan a la ciencia en general, y a la biotecnología en particular, para mejorar la salud del ambiente y de la población.
Exactamente. Las aplicaciones son muy variadas, pero la estrategia es siempre la misma. A partir de la biotecnología, generamos microorganismos con el objetivo de aplicarlos a problemas concretos. Los proyectos deben ser viables desde lo económico, factibles y robustos, es decir, reproducibles a una escala mayor. Y, lo más importante de todo: deben ser aplicables en nuestra comunidad, tienen que servir para resolver nuestros propios problemas. Solo de esa manera, la ciencia se colma de sentido.