24 de marzo: cuando el pasado se escribe en presente continuo

Se cumplen 42 años y leeremos diferentes textos durante estos días.

Uno podría comenzar consignando que se conmemora un Golpe de Estado, de una fecha infeliz como es la interrupción del orden democrático. Desde lo descriptivo se podría dar cuenta de que las fuerzas de seguridad destinadas ―para simplificar― al resguardo de los ciudadanos y la protección del Estado otra vez, en el proceso histórico de nuestro país, consideraron que su intervención y control en las instituciones republicanas era imprescindible para el imaginario de una reorganización. Podrían sumarse también metáforas canónicas como “época más oscura” o “años de plomo”.

Otro artículo podría enunciar la conmemoración del inicio de la última dictadura militar, o incluso discurrir en las dimensiones sociales que entramaron y sostuvieron al terrorismo de estado desde lo civil, lo económico empresarial y lo eclesiástico, para así extender y complejizar la nominación.

Otro se inclinaría a recordar el genocidio en Argentina, reconocido por los tribunales regulares desde la sentencia en 2006 (redactada por el Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata). Con este fallo se entendió que los crímenes juzgados eran “delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de un genocidio”, donde un Estado utilizó sus instituciones de manera deliberada y sistemática, y llevó adelante la persecución, detención ilegal y exterminio de sus propios ciudadanos. Esa misma sentencia consideró la responsabilidad del ex director de Investigaciones de la policía, Miguel Osvaldo Etchecolatz, mientras sucedía la segunda desaparición de Jorge Julio López. Si se tiene en cuenta la denominación de genocidio, además, la fecha de conmemoración se desdibuja y encuentra antecedentes en los años anteriores, con procesos de represión, detenciones ilegales, tortura y asesinatos.

Incluso, seguramente, se escribirán líneas que recuperen las perspectivas que defienden que en Argentina hubo una “guerra”. Bastará revisar el editorial del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca o prestar atención a expresiones como “guerra sucia”, más cercanas a las formas angloparlantes, y que, sin ir más lejos, fueran pronunciadas por el equipo de expresidente estadounidense, Barak Obama, en su visita y solitario homenaje en el marco de las actividades oficiales por los 40 años del Golpe de Estado cívico-militar.

Cada uno de esos textos no son simples nominaciones sino conceptualizaciones, y como tales tienen historia, acarrean discusiones, sentidos y usos. Los modos de ver y contar los sucesos del pasado también suponen prácticas y acciones en nuestro cotidiano. Se trata de posicionamientos con enorme presencia actual; en principio porque, en el caso de las desapariciones, hablamos de crímenes que aun se cometen en cada día que pasa sin información, o sin que un nieto recupere su identidad. Y tienen actualidad en los múltiples juicios activos, que recogen testimonios sobre las acciones del orden represivo a lo largo y a lo ancho del país.
Esa actualidad puede verse también en la decisión continua de reconfiguración, retracción o cierre de diversos programas desplegados en diferentes estamentos del Estado. Se hace carne en la profusión de expresiones públicas que, a diario, ponen en cuestión los derechos humanos. En la discusión por las formas y lugares del cumplimiento de penas de los represores condenados. Y se vislumbra, también, en la actuación de las fuerzas de seguridad en el presente y ante sectores estigmatizados.

Se conmemoran más de 40 años pero la temática tiene vital presencia en la democracia del presente y en la construcción de un futuro en el país.

En 2018 se conmemora solo un año de la construcción del sitio para la defensa y promoción de los Derechos Humanos ex Pozo de Quilmes, que promulgó la Ley 14895 y que se cristaliza a partir de la desafectación parcial transitoria de la Dirección Departamental de Investigaciones.

La constitución de este sitio es un suceso de enorme transcendencia para Quilmes y la región. No solo por ser el mayor Centro Clandestino de Detención del distrito, con alrededor de doscientas cincuenta víctimas (cien de las cuales continúan desaparecidas) y con sus crímenes aun impunes. No solo por la reparación que representa para los sobrevivientes, al poder ser escuchados, sino también por la revisión de la actuación de las fuerzas policiales en el aparato represivo más allá de los márgenes temporales anteriores a 1976 o posteriores a 1983.

Un espacio de estas características no es, simplemente, una marca de un pasado que se conmemora cada año en las efemérides nacionales; es un proyecto de posteridad, de herencia cultural que se actualiza en el presente.

Texto: Luciano Grassi, director del Diploma en Ciencias Sociales y del proyecto de extensión Universidad, Memoria y Ciudadanía
Producción: Programa de Comunicación Pública de la Ciencia “La ciencia por otros medios”

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