¿Qué recordamos y qué deberíamos celebrar en el Día Internacional de la Enfermería?

*Por Carolina Biernat

El 12 de mayo se celebra el Día Internacional de la Enfermería en conmemoración del natalicio de Florence Nightingale, considerada fundadora de la enfermería moderna. En Argentina, el modelo de formación y profesionalización propuesto por la enfermera inglesa, basado en el altruismo, la educación y el trabajo femenino, fue retomado por Cecilia Grierson.

Como primera graduada en medicina de la Universidad de Buenos Aires en 1889, su interés se centró tempranamente en la formación de quienes ejercían (sin estudios) tareas de enfermería en los hospitales porteños, como el cuidado de enfermos y primeros auxilios. Sus esfuerzos tuvieron reconocimiento cuando, en 1892, la repartición sanitaria de la Ciudad de Buenos Aires reconoció y puso bajo su dependencia a la Escuela de Enfermeras, Enfermeros y Masajistas.

Si bien la profesión no se encontraba todavía feminizada, Grierson la pensó como una ocupación ideal para las mujeres que buscaban una tarea decente y profesional, acorde a lo que la sociedad esperaba de ellas, es decir, ubicarse jerárquicamente por debajo de los varones (en este caso médicos), con tareas que recordaban sus labores en el ámbito familiar. En este sentido, la enfermería podía significar una promoción social y laboral; y al mismo tiempo implicaba una tarea -casi- altruista pero de rigor profesional y de compromiso con la sociedad. Bajo esta premisa, para Grierson era necesario elevar la calificación profesional y las condiciones de trabajo, que incluían largas jornadas laborales, tiempos de descanso inadecuados y sitios insalubres para el desarrollo de su actividad como, por ejemplo, sótanos.

En suma, es innegable el aporte de Grierson a la profesionalización de la enfermería y a la posibilidad de que las mujeres pudieran incorporarse al mercado de trabajo a través de esta ocupación, confiriéndoles un lugar destacado en la sociedad. Sin embargo, a pesar de su intención, algunas consecuencias del modelo profesional propuesto por ella permanecen hasta nuestros días.

En primer lugar, la marcada feminización de la enfermería. Si bien durante las últimas décadas del siglo XIX la ocupación era ejercida por varones y mujeres, el avance de la profesionalización desembocó en que sea asociada con una labor de mujeres. Esto se vio reforzado por argumentos que legitimaron la condición femenina con el cuidado hacia el otro. Así como las aptitudes de cuidado, abnegación y amor las convertían en naturalmente capacitadas para realizar tareas domésticas, encontraron también en el ámbito público un lugar donde podían desplegar esas dotes naturales. Basta señalar, en ese sentido, que el 12 de mayo se celebra el día internacional de la enfermera y no de la enfermería.

En segundo lugar, al considerar las intervenciones de las mujeres en el sistema sanitario como propias de sus condiciones naturales se produjo una desvalorización de sus tareas y, como consecuencia, un menosprecio a su capacitación y a sus derechos laborales. Las concepciones del trabajo femenino como un complemento al presupuesto familiar sostenido por los varones también reforzó el mantenimiento de salarios inferiores. En esta línea se ha señalado que las enfermeras quedaron, a lo largo de la historia, “presas del amor”, ya que su ocupación respondía a una entrega altruista y desinteresada que las llevaba a atender a los enfermos sin esperar compensación material alguna.

Por último, la enfermería, junto con otras profesiones sanitarias, fueron consideradas durante mucho tiempo como “auxiliares” de la medicina y, en consecuencia, subordinadas a ella. Si bien se reconoce que son profesionales importantes para asistir la práctica galena, existen muchas dudas desde el campo médico en torno a cómo ceder atribuciones y responsabilidades sin perder terreno.

En suma, si bien existen muchas razones para celebrar los aportes fundamentales de la enfermería, tanto a la sociedad como al sistema sanitario, todavía resta visibilizar los argumentos y nociones que impidieron históricamente considerar a las profesiones ligadas al cuidado como un trabajo que, al igual que otros, implica tiempo, conocimientos y relaciones sociales complejas.

De allí que en el Día de la Enfermería debería recordarse no solo a las fundadoras de su proceso de profesionalización si no, fundamentalmente, a todas y todos aquellos que con su labor y su lucha, más o menos anónima, nos muestran diariamente que se trata de una profesión sanitaria que interviene de forma sustancial en la experiencia social de la cura de las enfermedades y que, por ello, debe ser valorada y retribuida.

 

Texto: Dra. Carolina Biernat, docente investigadora de la Universidad Nacional de Quilmes
Producción: Programa de Comunicación Pública de la Ciencia “La ciencia por otros medios”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.