A 50 años del Cordobazo, un ejemplo vivo
*Por Lucía Abbattista, docente de Historia Argentina de la UNQ.
Jueves 29 de mayo de 1969: a media mañana, columnas de manifestantes parten desde diferentes puntos de Córdoba hacia el centro de la capital provincial. Son trabajadores y estudiantes, que paralizan sus actividades para gritar basta al “tiempo económico” de la Revolución Argentina, a sus consecuencias sociales, a la falta de libertades y a los crímenes cometidos por el gobierno del General Onganía para afirmar sus políticas autoritarias.
Agustín Tosco –del sindicato de Luz y Fuerza cordobés–, Elpidio Torres –de SMATA– y Atilio López –de la Unión Tranviario Automotor– se destacan entre los convocantes de aquel paro provincial de 37 horas que ampliaba los términos del paro nacional anunciado para el viernes 30. Pero no están solos, son decenas los y las que han discutido la preparación de esas jornadas coordinadas entre la CGT de los Argentinos, la CGT legalista, la Federación Universitaria de Córdoba y diversas fuerzas políticas. Cerca de 50 mil manifestantes salen a las calles. Muchas mujeres están al frente de la columna principal, aunque los relatos posteriores las invisibilicen. A poco de comenzar la marcha, en distintos puntos se desata la represión policial. Y también la resistencia.
Reporteros gráficos y fotógrafos amateurs lograron captar algunos aspectos claves de aquel acontecimiento bisagra: jóvenes que avanzan corriendo, la caballería que retrocede, cientos de ojos y manos calculando las trayectorias de piedras, tuercas y bombas incendiarias artesanales. Ramas de árboles, carteles de publicidad, escritorios y autos en llamas: improvisadas barricadas que escriben en las calles un nuevo manifiesto cordobés. Pocas imágenes ilustran con tanta claridad el clima social de una época. En este caso, la época es la que este Cordobazo inaugura, habitualmente nombrada como “los setenta”.
Aquel jueves, la ciudad de Córdoba fue tomada por los manifestantes y el interventor provincial solicitó el despliegue del Ejército. Desde algunos barrios se repelió a las tropas por la noche y durante todo el día viernes, especialmente en el Barrio Clínicas. Recién el sábado dejaron de observarse focos de protesta. En aquella ciudad sitiada nunca terminaron de contabilizarse los muertos, aunque en general se afirma que fueron cerca de 30 y que hubo cientos de heridos y detenidos. Los sindicatos fueron allanados y muchos dirigentes, llevados ante la justicia militar.
El mito, cual llamarada, recién comenzaba a encenderse. Ese “nuevo mayo argentino” –como lo nombraron numerosos contemporáneos evocando no solo los hechos de Francia un año antes sino también la gesta de 1810– fue interpretado de múltiples formas a lo largo del tiempo: demostración masiva y espontánea de disconformidad, expresión local del movimiento estudiantil internacional, puntapié de un nuevo ciclo de protesta social, protesta obrera, rebelión popular y/o insurrección urbana organizada. Cada lectura implicó e implica aun hoy un programa diferente de acción. Independientemente de su interpretación, los hechos marcaron un antes y un después.
El peronismo estaba proscripto desde 1955 y crecía en la resistencia. Con la dictadura iniciada el 28 de junio de 1966, las universidades nacionales habían sido intervenidas y el ministro de economía –Adalbert Krieger Vasena– había puesto en marcha un plan de corte liberal que tuvo fuertes impactos en las economías regionales y en los salarios. Los términos del “sábado inglés”, los aumentos de los tickets de los comedores universitarios en Rosario y Corrientes, así como también las muertes de los jóvenes Juan José Cabral y Adolfo Bello solo fueron las chispas que encendieron “un polvorín excesivamente apto para el estallido”, como escribió Gregorio Selser en julio de 1969 en su introducción a un Cuaderno de Marcha, que abordaba lo ocurrido en mayo.
Los “azos” en distintas provincias sacudieron la agenda política y evidenciaron la fuerza con la que contaban los sectores que se oponían a la dictadura. Pero también cuántos eran los que estaban decididos a ir un poco más allá, a desarrollar experiencias clasistas y combativas en el ámbito sindical, a involucrarse en organizaciones revolucionarias, a construir una universidad atenta a las necesidades del pueblo, a pensar una prensa, un cine y un arte para la liberación… Una generación que había vibrado ante el ejemplo de la Revolución Cubana y lamentó la muerte del Che como el fin de un ciclo tuvo en el “Cordobazo” una señal de que ya había llegado el tiempo de la revolución en el país.
Hoy, frente al neoliberalismo que pretende reafirmarse en Argentina, es clave recuperar las memorias de aquel Cordobazo como un antídoto contra la indiferencia y la desmovilización. Y como ejemplo vivo: de la lucha en unidad y de la construcción de alternativas que permitan superar la situación de resistencia frente a los proyectos autoritarios y excluyentes.
Texto: Lucía Abbattista, profesora de Historia Argentina de la UNQ
Producción: Programa de Comunicación Pública de la Ciencia “La ciencia por otros medios”