CRONISTAS DE LA PANDEMIA | Cómo es el trabajo del periodismo científico en medio de la incertidumbre y la emergencia
El jueves 19 de marzo de 2020, en una escena hasta ese momento inusual pero que luego se volvería un hábito, los y las argentinas escuchaban la conferencia del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la que decretaba a partir del día siguiente el inicio del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) para combatir la enfermedad COVID-19. Es decir, ahí empezó la cuarentena.
Nadia Luna es periodista especializada en ciencia y trabaja para la Agencia TSS-UNSAM. A partir del 20 de marzo, su rutina dio un vuelco. “No puedo ir a mi ámbito laboral habitual y encontrarme con mis compañeres. También extraño salir a la calle a hacer notas”, reconoce.
La COVID-19 cambió todas las reglas del juego, llevó a muchos países a implementar cuarentena, algo que hasta ahora sonaba a libros de historia. También aceleró los tiempos de investigación, publicación y producción de saberes en todo el planeta, en la desesperada búsqueda por una vacuna.
Pero el SARS- CoV-2 hizo algo más: dejó en evidencia la importancia de comunicar saberes confiables a la población porque, si quedan entre expertos, no se salva nadie. Aquí es donde cobra importancia la participación de los periodistas científicos que se dedican todos los días a comunicar desde los medios temas vinculados a la ciencia. “El mayor desafío no es contarle la ciencia a gente que ya le interesa o que entiende su valor para un país. El mayor desafío está en contarle la ciencia a aquellos que piensan que es ajena a su vida”, asegura Federico Kukso, periodista especializado en historia de la ciencia y miembro de la comisión directiva de la Federación Mundial de Periodistas Científicos.
Matías Loewy, periodista de ciencia en la Agencia CyTA- Leloir y ex presidente de la Red Argentina de Periodismo Científico, cuenta que él siempre va saltando alegremente de un tema al otro pero, desde fines de marzo, la historia pasó a ser una sola. Para Pablo Esteban, periodista científico en el diario Página 12 y docente de la Universidad Nacional de Quilmes, “más allá de que hay avances científicos en cada disciplina todo el tiempo, antes [de la pandemia] sólo teníamos dos o tres noticias de ciencia por semana”. Y Kukso agrega: “por obvias razones, de repente, todo mi trabajo gira alrededor de un solo tema. Esto no ocurría antes. Fácilmente, una semana podía pasar de escribir sobre un hallazgo paleontológico a escribir sobre neurociencias o paleoantropología. Ahora es todo virus, virus, virus.”
Nadia Luna considera que “lo ‘bueno’ de la pandemia es que visibilizó la importancia tanto del trabajo de los y las científicas, como el de los y las comunicadoras de ciencia. Mucha gente que antes no prestaba atención a este tipo de noticias ahora está interesada, porque puede ver el impacto de este conocimiento en su vida de forma más directa. Kukso señala: “En el país, se ha mandado a científicos a lavar los platos. La ciencia y los científicos históricamente en la Argentina han sido marginados, invisibilizados, no tenidos en cuenta”. Ahora son invitados a los medios para brindar su opinión.
El mundo observa atentamente cómo se construye conocimiento nuevo sobre la COVID-19 a partir de avances y retrocesos en la investigación. Por eso, a veces, hace falta contrastar o corregir lo que se dijo ayer. “Una de las cosas que me ha llamado la atención, tanto a mí como a mis colegas, y eso que estamos acostumbrados a trabajar con la incertidumbre de la ciencia, es cómo se fueron modificando distintos tipos de conductas o recomendaciones, y lo desafiante que resulta transmitir eso. Hay que contarlo”, analiza Loewy. Y recupera una frase de Pedro Cahn, médico especializado en infectología: “todo lo que estoy diciendo tiene una fecha de vencimiento.”
Desde la perspectiva de Nadia Luna, “la ciencia siempre se produce a mediano y largo plazo, entonces es más frecuente comunicar procesos que resultados”. Loewy agrega que aunque ahora las verdades son más transitorias, la ciencia es así, “la dinámica del conocimiento es que no se congela.” Sin embargo, este concepto puede ser complicado de transmitir al público ansioso por certezas. “Uno se para frente a lo desconocido todos los días. Caminar por esa senda fina, ese límite tan difuso, muchas veces es difícil. Es el gran desafío que asumimos”, reconoce Pablo Esteban. Como profesionales que contamos la ciencia tenemos que estar siempre al pie del cañón, tratando de desencriptar un poco lo que quieren contar los científicos y comunicándolo de la manera más amable, reflexiona el periodista de Página 12.
Kukso tiene su método: “un elemento crucial es siempre basarse en evidencia. En papers o fuentes identificables. No jugar con la gente. No alarmar ni lo opuesto: no generar falsas esperanzas con tratamientos aún no probados o hablar de que una vacuna funciona cuando aún no ha superado todas las fases de un ensayo”. Loewy opina que la única manera de abordar esto es enseñar que la ciencia no es un dogma. Siempre pueden haber nuevas piezas de información que revisen las evidencias existentes.
Al momento de escribir este texto, Argentina continúa en cuarentena con algunas flexibilidades. Se sabe, y también se anhela, que pronto se termine. “Ahora cuesta muchísimo en la incertidumbre que vivimos, en el contexto de excepción, poder pensar y planificar a futuro. Me parece que el periodismo de ciencia tendrá un lugar preponderante de aquí a los próximos años, para poder interpretar a nuestros científicos y comunicar de la mejor manera posible”, se esperanza Pablo Esteban.
Loewy tiene sus dudas: “Yo no sé cómo va a ser, si este amor que tiene la gente ahora por las curvas, la epidemiología, por la transmisión de virus, se va a sostener o va a decir ‘basta, no me hables más de esto’”. También agrega que la pandemia mostró que no cualquiera puede hablar de ciencia. Sobre esto último, Kukso considera que “en la Argentina, los periodistas científicos trabajan en los márgenes. De repente, periodistas políticos, económicos o deportivos empezaron a hablar de ciencia y salud como si supieran. Los resultados están a la vista: conductores que confunden virus con bacterias, que desprecian a científicos cuando no coinciden con su agenda y errores garrafales al hablar de vacunas”. Por eso se volvió tan importante contar con personas especializadas en la difícil tarea de comunicar ciencia. Personas con sensibilidad, capaces de identificar cuál es la información relevante y que logren acercar estas historias a la gente de manera responsable.
*Por Yamila Schmies, texto realizado en el marco del Taller de Comunicación de la Ciencia, Maestría en Ciencia, Tecnología y Sociedad de la UNQ.