Frente a las fake news: responsabilidad, compromiso y ciencia
En el 2020 la aparición del último coronavirus jaqueó al mundo. La emergencia se combinó con información errónea y malintencionada que, en muchos casos, puso en riesgo la vida. Periodistas y científicos apostaron a la comunicación basada en información transparente y en evidencias.
*Por Catalina Marquez.
La irrupción de la pandemia transformó nuestras vidas. Entre otras cosas, aumentamos de forma radical nuestro consumo Internet y eso se combinó con una ola de desinformación que se propagó tan rápido como el virus. Frente a esta situación, surgieron iniciativas que buscaron frenar el avance de las noticias falsas y ofrecer datos confiables a la comunidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) utilizó el término “infodemia” para referirse a la circulación excesiva de información sobre la COVID-19. La difusión de teorías conspirativas, rumores y noticias falsas a través de las redes sociales llegó muchas veces a poner en riesgo la salud pública. Algunos de los mensajes afirmaron la existencia de “curas milagrosas” para combatir la enfermedad mientras que otros pusieron en duda de la veracidad del virus.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en el mes de mayo 2020, hubo unos 550 millones de tweets que incluyeron las palabras “coronavirus” y “COVID-19”. Eso se sumó a los 361 millones de videos que circularon en Youtube. La excesiva cantidad de información en tiempo real y al alcance de la mano, no sólo provocó una rápida asimilación sino que, en muchos casos, incitó a conductas perjudiciales y a la toma de decisiones basadas en argumentos falsos.
La desconfianza también fue producto del accionar de distintos actores políticos que minimizaron la severidad de la pandemia. En este contexto, la tarea de las y los comunicadores de la ciencia fue fundamental para ayudarnos a entender con información precisa y rigurosa. Resulta interesante repasar algunas de las iniciativas que tuvieron lugar en Argentina, Brasil y Uruguay.
Argentina: científicos y periodistas unidos contra la infodemia
Ciencia Anti Fake News es el nombre de un proyecto voluntario y autogestivo creado por un grupo de investigadores y becarios del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con el objetivo de acercar información confiable a la población en general. Apenas inició la pandemia se preocuparon por el gran caudal de noticias infundadas que circulaban a través de WhatsApp y Facebook, y empezaron a revisar los mensajes más compartidos.
“Para desmentir una noticia falsa nos organizamos en tres comisiones de trabajo. La primera revisa las redes sociales para chequear qué datos circulan. La segunda busca bibliografía y confirma o rechaza la noticia en base a argumentos científicos. Y la tercera comunica la veracidad o falsedad del contenido de forma comprensible”, explica Mercedes Pastorini, biotecnóloga e integrante de Anti Fake News. Al final, se publica la información chequeada en la plataforma “Confiar” de la Agencia Nacional de Noticias Télam.
Lo que empezó con una cuenta en Twitter (@anti__fakenews) para responder consultas de sus seguidores, se convirtió en una fuente significativa para alertar sobre información errónea. Una de las recomendaciones peligrosas que se difundieron en el país fue la ingesta de dióxido de cloro para prevenir la COVID-19. El grupo se encargó de inmediato de advertir a sus seguidores sobre la falsedad de esta información y los riesgos irreversibles para la salud. “La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (ANMAT) prohíbe el uso, comercialización y distribución del MMS [“Milagroso suplemento mineral”] desde 2017 y desaconseja el consumo de este producto ya sea para tratar esta u otras afecciones”, escribieron en un tweet.
Hoy, un año después, Anti Fake News cuenta con 22 mil seguidores en Instagram y un equipo cada vez más amplio formado por biólogos, bioquímicos, biotecnólogos y profesionales de la comunicación. En su biografía afirman que “desintegrar mitos también es contribuir en esta pandemia”. Con respecto al difícil desafío de comunicar ciencia, Pastorini señala que “es complicado porque las fake news refuerzan lo que una persona cree y, por eso, muchas veces son efectivas. Creemos que la ciencia es para y por la comunidad. No hay ciencia si no es posible comunicarla”. En esta distorsión de la realidad que menciona, conocida como la “posverdad”, se privilegian las emociones y las creencias personales por encima de los hechos.
En la misma línea, Soledad Gori, investigadora y coordinadora del equipo Ciencia Anti Fake News, argumenta que “existe una tendencia a querer compartir lo que nosotros creemos que es una verdad, por eso descartamos toda la información que no se alinea con nuestros pensamientos”. Además, si hay algo que caracteriza a las redes sociales es la velocidad en la que se reproducen y multiplican sus contenidos. Una de las maneras en que se construye una noticia falsa es a través de la constante repetición de un tema. “Hay una tendencia a creer que algo es real cuando lo vimos mucho, es decir, si nos llega por diferentes medios la misma noticia es probable que la consideremos verdadera”, agrega Gori.
También se destaca el trabajo comprometido de la Red Argentina de Periodismo Científico (RADPC) y su campaña “Vacunate contra la desinformación”, con la cual se encargaron de visibilizar la importancia del trabajo de los periodistas científicos y de impulsar a los medios de comunicación a contratar profesionales especializados para el tratamiento de temas relacionados con la ciencia, la salud y el ambiente.
Otro científico que se involucró activamente contra la infodemia fue Fabricio Ballarini, biólogo argentino e investigador del Conicet. Él creó “La liga del bien” con la cual convocó a distintos influencers a compartir información de calidad en las redes sociales para combatir las noticias falsas. A través del hashtag #InfoDeLaBuena, distintos actores, actrices, periodistas y humoristas compartieron contenido científico provisto por especialistas en ciencia.
Uruguay: un joven comprometido con la divulgación de la ciencia
Otra de las redes sociales más utilizadas para difundir datos erróneos sobre el COVID-19 fue Tik Tok, una de las aplicaciones de videos que surgió en el 2016 y que alcanzó mayor popularidad durante la pandemia. En julio de 2020 registró cerca de 800 millones de usuarios activos mensuales alrededor del mundo, convirtiéndose en una de las más elegidas por los jóvenes.
Preocupado por la cantidad de información falsa que circulaba allí, el uruguayo Juan Francisco Idiarte, estudiante de biología molecular de la Universidad de la República (UdelaR), decidió que tenía que hacer algo desde su lugar. “Me hice la cuenta en marzo del año pasado cuando inició la emergencia sanitaria porque vi que se estaba generando mucha histeria por el coronavirus. En Montevideo al principio veías que en los supermercados se vaciaban las góndolas, entonces hice un video explicando el virus y conté que no era necesario saquear los supermercados”, cuenta el joven de 22 años.
En su cuenta Iriarte invitaba a la población a tomar las medidas de prevención y a no generar pánico. Además del tema coronavirus, el joven sube otros videos cortos a la plataforma con el objetivo de desmentir mitos científicos y, a su vez, incentiva a sus seguidores a interesarse en las ciencias. Con un formato sencillo de sesenta segundos, musicalizado y entretenido comparte información sobre el funcionamiento de las vacunas, el estudio del ADN y el VIH.
Actualmente, cuenta con más de 60 mil seguidores en Tik Tok (@idiartejm) y algunos de sus videos superan las 600 mil reproducciones. “Con el tema de la COVID-19 en los medios sentí que muchas veces se lo tomaba por el lado de la ideología. Por eso me interesó hacer estos videos para brindar información real y no sesgada”, sostiene Iriarte. Uno de sus videos más vistos es “La mentira del dióxido de cloro”, donde alerta a sus seguidores sobre su toxicidad y los graves riesgos que ocasiona en la salud.
“A veces nos olvidamos que la pandemia es un tema que nos involucra a todos y no está bueno divulgar información con el fin de beneficiar a un sector específico. A mis seguidores les digo que siempre vean las referencias y que recurran a fuentes confiables”, afirma el joven uruguayo. Su labor como divulgador de la ciencia fue reconocida a través de una distinción en la I Edición de los Premios del Instituto Nacional de la Juventud 2020 (INJU) de Uruguay. La premiación busca visibilizar los aportes de los jóvenes en áreas como el deporte, el compromiso social, la ciencia, la cultura y el emprendedurismo.
Con respecto a las formas de comunicar, Juan Francisco Iriarte también destaca que “es importante comenzar a generar nuevos espacios donde se le dé voz a la ciencia desde una perspectiva que sea apta para todo el público y no solo entendible para los científicos”. Desde un lugar creativo y original intenta acercar la ciencia a cientos de jóvenes que aún la desconocen. Pensar en más formatos como este, descontracturados y a la vez rigurosos, es un desafío que tienen por delante muchos medios tradicionales.
Brasil: comunicar con ciencia
Durante la pandemia, la Red Brasileña de Periodistas y Comunicadores Científicos (RedeComCiência), surgida en el 2018, también asumió un papel clave para informar. Con un equipo formado por periodistas, profesionales de la comunicación, docentes, científicos e influencers digitales, asumieron la difícil tarea de desmitificar mentiras y llevar tranquilidad a la población.
En sus redes sociales, a través de ciclos de debate, entrevistas y reuniones virtuales, brindaron a sus seguidores herramientas para formarse en la comunicación científica. “En el contexto de COVID-19, RedeComCiência contribuyó a la difusión de información calificada sobre las mejores prácticas para enfrentar la pandemia, aclarando puntos importantes sobre la distancia social, el desarrollo de vacunas y la lucha contra las noticias falsas”, afirma Moura Leite Netto, actual presidente de la asociación.
Una de las iniciativas más importantes que llevaron adelante fue la producción de un podcast con contenido que luego era distribuido en distintos grupos de WhatsApp. Estos audios, con una duración de dos minutos, tenían el objetivo de difundir información confiable sobre el coronavirus y su evolución. Cada episodio trataba diferentes temas como, por ejemplo, el pico de la curva de contagios, los tipos de vacunas y la importancia de cumplir con el distanciamiento social. “Por una sociedad influenciada por la ciencia y no por las fake news”, dice uno de los tantos posteos que tienen en su cuenta de Instagram (@redecomciencia).
Mientras miles de científicos y científicas alrededor del mundo desarrollan vacunas para controlar la pandemia, hay movimientos que insisten en apelar al miedo y la desconfianza. Desde RedeComCiência, alertan a sus seguidores sobre este tipo de mensajes. “En lo posible hay que tratar siempre de conocer la fuente de la información y la credibilidad de quienes están difundiendo el contenido. Hay que creer en la ciencia y, sobre todo, en la construcción de conocimiento basado en evidencias”, aconseja Leite Netto.
Una oportunidad de cambio
El desafío principal de cara al futuro es fortalecer espacios donde la información científica tenga un lugar central y sea accesible al público general. Por eso son fundamentales los puentes que se forman gracias a estas redes de periodistas, comunicadores de la ciencia y científicos que buscan democratizar el conocimiento e informar con transparencia.
Hoy más que nunca debemos entender a la ciencia como una herramienta política de cambio social que puede transformar y mejorar nuestras vidas. Apostar a la construcción de nexos colaborativos a través de la articulación entre diversas disciplinas y la participación ciudadana puede ser la respuesta a este desafío.
Texto: Catalina Marquez , estudiante de posgrado UNQ.