En la UNQ, la ciencia germina pronto: ¡Día de la fascinación por las plantas!
El sábado 18 de mayo la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) será sede de un evento sin precedentes que promete echar raíces. Apasionados del rubro se reunirán con una sola premisa: hablar de plantas. Allí compartirán sus experiencias de investigación y narrarán lo imprescindibles que son para sostener algo tan simple como bello: la vida en la Tierra. Habrá charlas en las que participarán referentes externos, entre los que se destacan Ezequiel Vera (Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”), Renato García (Eco Área Avellaneda), Julieta Mateos (Instituto Leloir) y Agustina Whelan (Dirección de Biotecnología, Secretaría de Agroindustria), así como también mesas de actividades coordinadas por especialistas locales como Mariano Belaich, Luis Wall, Claudio Valverde y Josefina Bompadre. Todas las propuestas girarán en torno a conocer mejor a las plantas, advertir cómo interactúan con otros organismos y examinar cuáles podrían ser sus potencialidades biotecnológicas. El cierre, además, servirá para aflojar los músculos y relajarse de la risa porque estará a cargo de Mauro Hoijemberg, del grupo “Poper” de Stand Up Científico.
Las plantas sirven de adornos, colorean nuestras casas y perfuman nuestros trabajos… pero no las vemos. No podemos verlas en toda su complejidad: pocos saben, por ejemplo, que surgieron hace más de 500 millones de años y que existen investigadoras tan concentradas en la comprensión de su comportamiento que, según argumentan, ven la realidad un poco más verde que el resto de los mortales. Una de ellas es Gabriela Auge, biotecnóloga recibida en la UNQ, amante de las semillas y una de las organizadoras de la actividad. Aquí describe en qué consiste la “ceguera a las plantas”; cuenta cómo se comunican e intercambian información valiosa; al tiempo que señala cuál es el rol de las semillas, nobles centinelas que registran cuanto evento ocurre en el ambiente.
-¿Por qué un “Día de fascinación por las plantas”?
-La respuesta es sencilla: somos investigadores que todo el tiempo estamos pensando en ellas. Personalmente, tengo una especie de obsesión; tanto que agoté por completo a mi marido que ya no sabe qué decirme, pobre. Lo que sucede es que el ser humano tiene ceguera a las plantas.
-¿Qué quiere decir? ¿No las vemos?
-Estamos tan acostumbrados a verlas en todos lados que, a veces, pareciera como si fueran muebles, meros adornos; y la verdad es que hacen tantas cosas que ni nos damos cuenta. El simple hecho de que germinen, comiencen a echar raíces y puedan vivir decenas o centenas de años me resulta un hecho formidable. Son menos quejosas: nosotros sentimos calor, protestamos enseguida y salimos corriendo a una habitación con aire acondicionado, pero ellas no pueden. Entonces, desarrollan otras estrategias para recuperar el equilibrio dañado. Y, después, por otro lado, están las semillas, un universo paralelo.
-Esa es su especialidad…
-Sí, claro, investigo cómo las semillas perciben el ambiente y toman la decisión de germinar o no. Las plantas poseen un sistema muy sofisticado con fotorreceptores que les permite advertir lo que ocurre alrededor, a partir de las distintas longitudes de luz (de hecho, tienen la capacidad de “ver” desde el infrarrojo hasta el ultravioleta). El rojo y el “rojo lejano” son especialmente importantes para ellas porque los utilizan como fuentes de información; les permite saber, por caso, si tienen vecinas.
-Vecinas que compiten en el mismo escenario por absorber la luz.
-Cuando absorben luz realizan la fotosíntesis y producen los azúcares que los seres vivos del planeta comemos. En una comunidad vegetal densa se encuentran obligadas a acomodar su desarrollo para estirarse más en forma vertical y pasar por arriba de las otras plantas, o bien, para acelerar el proceso de florecimiento y dejar descendencia con velocidad. En las semillas, al mismo tiempo, se concentra mucha información necesaria que, de acuerdo al contexto, regula su germinación. Me concentro en analizar las bases moleculares que están involucradas en la respuesta a la calidad de luz en semillas de tomate y chamico (arbusto silvestre que invade cultivos de soja). Existen ciertos genes que regulan el tiempo de floración y germinación, de modo que transportan información desde la planta a la semilla.
-¿Información que se transmite de generación en generación?
-Las semillas poseen tres fuentes de información: su propio ambiente (saben si están debajo de otras plantas; qué momento del día es; cuántos nutrientes hay en el suelo), la genética (datos que heredan de su linaje) y pistas no genéticas que la “planta madre” le suministra a “sus hijas”, que las ayuda a saber cuándo deben germinar. Vayamos a un ejemplo: imaginate que sos una semilla, hoy hace 20°C y te enfrentás a una longitud del día de aproximadamente 12 horas porque recién comienza el otoño. Rápidamente, uno podría pensar que las mismas condiciones podrían desarrollarse en un día común de primavera. De modo que siendo semilla podrías confundirte fácilmente e intentar germinar, pero no lo hacés, porque tenés información del ambiente que te brinda premisas respecto del contexto estacional en que estás.
-Entiendo. De la misma manera que ocurre con los periodistas, las semillas requieren de varias fuentes para saber cómo actuar. ¿Por qué examina la germinación?
-Porque es el proceso más importante: una vez que germinan ya no hay retorno. Es central, además, para comprender cómo se producen los pasajes de información entre las plantas y las semillas que, entre otras cosas, disponen de todo el potencial para constituir un nuevo individuo. Como si fuera poco, mientras las plantas son semillas pueden ser trasladadas –son nómades–; en cambio, cuando echan raíces la situación cambia. En la historia han evolucionado de maneras diversas: algunas adquieren formas bien excéntricas; otras se pegan a los animales; y están las que deben ser digeridas por seres vivos para conseguir ser desechadas en otras latitudes. Aunque todo el mundo piense que están quietas, como en estado de reposo, son maravillosas.
-¿Para qué investigarlas?
-Por muchísimas razones. De hecho, todas las interacciones que realizamos a diario tienen componentes vegetales. Desde el buzo que tenés puesto (algodón), hasta la ensalada que comes al mediodía y la carne que cenás de noche (animal que debió alimentarse previamente). Estudiar a las plantas, y en particular a las semillas, nos brinda herramientas que podemos utilizar en el manejo de bosques y localizar las mejores especies para las tareas de reforestación; nos ayuda a mejorar las comunidades vegetales naturales a partir de cruzamientos tradicionales y edición génica; y, como resultado, conseguir una mejor eficiencia. Por ejemplo, entre otras cosas, realizo una colaboración con un equipo de Japón para analizar los pasajes de información que te comentaba recién vinculados al arroz-maleza (un cultivo que, paradójicamente, si bien se comporta como el arroz crece como maleza y afecta la cosecha). Como te podrás imaginar, en Asia se generan pérdidas económicas muy significativas.
-Por último, ¿las plantas estarían mejor o peor sin la intervención humana?
-El mundo estaría mejor sin los humanos, pero menos mal que existimos.
:: Día de la fascinación por las plantas
Se realizará el sábado 18 de mayo de 11 a 17 horas en la UNQ y la entrada es libre y gratuita.