Entomología forense: un trabajo de hormigas

Cuando un organismo muere, los insectos son los primeros que concurren e informan sobre el acontecimiento. Se trata de unos bichos que, por sus características, cumplen un papel fundamental para las actividades de criminalistas y profesionales del derecho penal especializados en maltratos corporales, muertes dudosas y demás vejaciones. Sin embargo, ¿cómo actúan? ¿Qué datos aportan?
En general, cuando el corazón de cualquier ser vivo deja de palpitar se inician procesos fisiológicos de descomposición que son anunciados por la emanación de fuertes olores, producto de la degradación de glúcidos, lípidos y proteínas. En este sentido, mucho antes de que el olfato humano pueda percibir el grado de putrefacción alcanzada, los insectos aledaños se acercan al cadáver y permiten a los científicos la extracción de datos con sorpresiva precisión. Testigos privilegiados en la escena del crimen, se han convertido en excelentes ayudantes a la hora de esclarecer casos policiales de difícil solución.

El Laboratorio de Entomología Aplicada y Forense pertenece al Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), y es dirigido por el Dr. Néstor Centeno. Cuenta con un equipo de trabajo que posee diversas líneas de investigación que pueden agruparse en cuatro áreas, encargadas de efectuar análisis biológicos de insectos de interés forense; realizar estudios citogenéticos de clasificación de moscas locales y nuevas especies no catalogadas; llevar a cabo exámenes tafonómicos de escarabajos; y por último, evaluar la incidencia de las hormigas que, al alimentarse de las larvas de moscas que habitan los cadáveres, participan del proceso de descomposición de los cuerpos.

Sobre este último punto se centra la atención. Sin embargo, estudiar la participación de todas y cada una de las hormigas es imposible. Sobre todo, si se tiene en cuenta que los formícidos (proviene de Formicidae, su nombre científico) constituyen uno de los grupos zoológicos de mayor éxito en el proceso evolutivo, con cerca de 14 mil especies descritas. Desde aquí, los ejemplares de Solenopsisrichteri y Solenopsis invicta, mejor conocidas como “hormigas de fuego”, son nativas de Argentina y revisten de especial importancia para la entomología forense.

“Las hormigas de fuego constituyen una especie predadora que mata y/o traslada las larvas de las moscas. A veces, incluso, las cortan en trozos con el objetivo de racionar el alimento al interior de la colonia. En esta línea, lo que buscamos analizar es si, en efecto, las hormigas modifican el período de descomposión de un tercer animal en estado de putrefacción. Para ello, realizamos estudios en zonas geográficas que se destacan por la presencia de este tipo de insectos”, explica Norma Gorosito, investigadora del Laboratorio de Entomología Forense.

Con sus cuerpos entre anaranjados y marrones, estos insectos se destacan por su agresividad. Poseen un aguijón que les permite realizar picaduras dolorosas (similares a una quemadura) y construyen sociedades en hormigueros de tierra blanda y desprovista de vegetación. Además, pese a ser omnívoros, se ponen a tono con la tradición nacional y desarrollan predilección por la carne. De fama expandida, en la región pampeana son populares como “hormigas coloradas”, mientras que en otras provincias (como Santiago del Estero) reciben el rótulo de “hormigas bravas”.

“En Quilmes no hay de este tipo de hormigas, por ello, cuando comenzamos con los exámenes fue necesario recolectarlas en el INTA-Delta del Paraná (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria). De todas maneras, ellas pueden expandirse, por ejemplo, con el movimiento de las personas. Pueden viajar cuando se realizan mudanzas o bien con los troncos. Por caso, las hormigas de fuego, cuando hay inundación, suelen constituir bolas de hormigas: en el centro se aloja la reina rodeada de las obreras, lo que les permite asentarse en otro lugar y construir colonias”, apunta Gorosito.
Además de estudiar su comportamiento, la docente investigadora de la UNQ (que es ingeniera agrónoma de la UBA y especialista en ecología de hormigas) realiza taxonomía de hormigas, actividad vinculada a su clasificación. “Poder definir el género y otras características es vital para conocer el objeto de estudio y ajustar un poco más el método que utiliza la disciplina, porque para ser más precisos: cualquier hormiga que no se alimente del cadáver puede consumir las larvas de las moscas”, precisa.

Pero, ¿por qué estudiar una determinada especie dentro de la gran variedad de estos insectos? “La idea es, una vez que comprobemos la incidencia efectiva de las hormigas y su aporte como herramienta de la entomología forense, estudiar casos de crímenes puntuales. Observar sus efectos en el intervalo post-mórtem de tal o cual persona. En definitiva, colocar la ciencia al servicio de la investigación”, concluye Gorosito.

 

Los insectos informan primero

La entomología forense puede ser definida como un área de conocimiento que se preocupa por el estudio de la fauna cadavérica de insectos que aparece asociada a un cuerpo fallecido. A partir del análisis de la información y los datos susceptibles de ser extraídos, se examinan las circunstancias y los tiempos de descomposición.

Transformada en área de consulta recurrente, ha brindado durante las últimas décadas respuestas con un nivel de exactitud que ha sorprendido a propios y extraños. Sin embargo, algo debe aclararse: aunque parezca mentira, la utilización de insectos para develar misterios y casos intrincados no representa una actividad novedosa. Narra un mito oriental que allá por el siglo XIII (año 1235 d.C.) un labrador chino fue asesinado con un machete que portaba un habitante del pueblo vecino. Al día siguiente, en plena inspección por el lugar de los hechos –según informan los testimonios del investigador chino SungTz’u en su libro TheWashingAway of Wrongs (El lavado de males) traducido en 1981– las moscas se concentraron en un cuchillo que encubría pequeños círculos de sangre imperceptibles al ojo humano. Horas más tarde, se identificó el instrumento con el agresor y al cabo de pocas semanas, el hombre fue condenado.

En 1855, el médico parisino Bergeret se convirtió en el primer occidental en utilizar insectos como indicadores forenses. Ante la aparición de un bebé en estado de descomposición, sus análisis de asociación entre el cuerpo y las moscas contribuyeron al descubrimiento de signos claves respecto de su muerte. Sin embargo, en medio de avances y retrocesos, será recién a fines del siglo XIX, con el aporte de Jean Pierre Megnin, que la entomología forense será institucionalizada como ciencia auxiliar de la medicina legal.

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