“La enseñanza implica un acto político”

La enseñanza y el aprendizaje edifican las bases del proceso educativo. Aquí, los estudiantes son sujetos portadores de saberes que desarrollan sus propias percepciones, concepciones y valores; mientras los docentes deben poner en práctica el ejercicio autoreflexivo para superar el peso de las tradiciones, quebrar los sentidos comunes e inspirar el pensamiento crítico en sus interlocutores. Ambos grupos confluyen en el aula: espacio histórico y colmado de particularidades, escenario de consensos, disputas y luchas de sentido. En la actualidad, es esencial la construcción de un modelo educativo que contemple la diversidad, pues los alumnos no conforman una masa homogénea e indefinible, ni sus cabezas son depósitos en los que se debe depositar conocimiento.

Mariela Carassai es Directora de la Licenciatura en Educación de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) e integrante -desde 2012- del equipo de investigación especializado en el análisis de las prácticas de enseñanza, cuyos proyectos se enmarcan en las convocatorias de “Práctica profesional” que realiza la Universidad.

 

-¿Cómo se investiga en educación? ¿Podría describir algún proyecto?
-Hay varios. El primero estaba enfocado en las prácticas profesionales de los docentes universitarios. Allí observábamos las distancias que separaban la planificación de lo que efectivamente ocurría cuando comenzaban las clases. El contacto con los estudiantes: sujetos que desarrollaban percepciones particulares sobre aquello que aprendían.

-¿Y qué metodologías utilizaron?
-Entre otras cosas, realizamos observaciones de clases y entrevistas con los propios docentes de la UNQ. Advertimos la presencia de ciertas tradiciones que, aunque intentamos superar, forman parte de las prácticas de enseñanza.

-¿Por ejemplo?
-Me refiero a los formatos de clases expositivas que reducen al mínimo las interacciones con los estudiantes. El objetivo, en este sentido, fue reflexionar sobre los habitus que observábamos en los colegas, con el propósito de repensar nuestros propios modos de actuar. A partir de esa investigación, de hecho, organizamos reuniones con los participantes de los distintos cursos del Profesorado y de la Licenciatura en Educación con el propósito de generar discusiones que habilitaran a la resignificación del rol docente.

-¿Y qué implica ese proceso de resignificación?
-Se trata de pensar en distintas estrategias útiles para aplicar durante el proceso educativo. Desde aquí, existe una premisa importante: los estudiantes no solo aprenden de los contenidos, sino también de los formatos que ponemos en juego en el espacio áulico, de las trayectorias institucionales y de las dinámicas de socialización.

-¿Cómo saben qué piensan los estudiantes? 
-La perspectiva de los estudiantes fue relevada en un proyecto posterior, con el objetivo de dar cuenta de las representaciones sociales y las percepciones que ellos mismos desarrollaban. La idea rectora fue la construcción de otras miradas respecto de sus propias intervenciones. Pienso que existe una connotación negativa sobre el ejercicio reflexivo. En general, los docentes decimos que hacemos “catarsis” y la realidad es que puede funcionar como un buen punto de partida para transformar aspectos problemáticos de las prácticas.

-La criminalización de la docencia es bastante corriente en estos días…
-Sí, comparto. El contexto actual es inmejorable para analizar este tipo de fenómenos. El docente, a lo largo de la historia, ha sido descrito como un simple “ejecutor” de decisiones que se tomaban desde otros ámbitos y en otras escalas jerárquicas. Es muy común escuchar frases como “me bajaron tan circular y tengo que cumplir”, y la realidad es que si existe un acto eminentemente político es la enseñanza. Y ello requiere de un posicionamiento del actor capaz de reflexionar acerca de sus propias acciones.

-¿Se refiere a los diseños curriculares?
-Sí, todo el mundo sabe que son documentos prescriptivos y que excluyen el abordaje de temas con una intencionalidad política. Como los diseños no son neutrales, es vital la formación de sujetos críticos. Educadores con un sentido político, con capacidades para cuestionar las realidades que se les presentan.

-¿Por qué las corrientes de pensamiento contemporáneo hacen tanto eje en la participación de los estudiantes en el proceso de aprendizaje? En el pasado, ¿los alumnos estaban mejor o peor educados?
-Los sujetos son portadores de saberes vinculados a sus contextos, a sus interacciones y a sus trayectorias. Ello, a su vez, se vincula de modo directo con un registro de la otredad.

-¿Qué quiere señalar?
-Que un docente que imparte cátedra no reconoce los aportes que los estudiantes puedan llegar a realizar, al tiempo que ignora sus lenguajes y sus códigos. Desde esta perspectiva, los alumnos se convierten en sujetos bancarios, disciplinados y delimitados. Ello se revierte con las nuevas miradas que definen al acto educativo como un fenómeno cultural,  social e histórico. Justamente, uno de los principales problemas radica en que no logramos contextualizar las prácticas.

-¿Algún ejemplo al respecto?
-En los cursos primarios, los estudiantes pueden desarrollar un manejo sofisticado del dinero pero cuando se les enseña a realizar cálculos no saben por dónde arrancar. Ello ocurre porque existe una escolarización descontextualizada de los saberes.

-Por último, ¿por qué cree que es importante investigar en el campo de la educación?
-Porque la enseñanza atraviesa nuestras vidas, y en esos procesos de aprendizaje, es necesario comprender la complejidad de la docencia. Repensar la educación es un ejercicio constante que se debe profundizar. La enseñanza implica un acto político.

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