“Las violencias sexuales desarman la vida de las mujeres”
“A lo largo de la historia, en todas las guerras y exterminios, se viola a las mujeres porque existe cierta analogía de su apropiación con la conquista del territorio. Como si fueran un botín de guerra, la estructura patriarcal indica que sus cuerpos son propiedad de los varones. En efecto, la violencia también implica una ofensa a los miembros del bando enemigo”, sostiene María Sonderéguer, quien se especializa en el estudio de género y memoria con eje en los sucesos de la última dictadura en Argentina. No obstante, como es de público conocimiento, la violencia sexual no constituye una excepción en momentos de crisis y conflictos sociales, pues no conoce de espacios particulares ni de tiempos determinados. Por el contrario, se manifiesta a cada minuto y en formas bien variadas. Quizás por ello su denominación legal -tipificación- se retrasó tanto en ser especificada entre los delitos de lesa humanidad, en el marco del orden jurídico nacional e internacional.
A continuación, Sonderéguer -Licenciada en Letras (UBA), Diplomada en Estudios Avanzados de Sociedades Latinoamericanas (Universidad de la Sorbona, Francia), profesora titular e investigadora de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ)- echa luz al respecto, comparte sus análisis vinculados a los testimonios de las víctimas y conecta el pasado reciente con un presente que todavía cuesta revertir.
-¿Cómo fue investigar memoria y dictadura en los noventas?
-En aquel período, la actualidad argentina se llenaba de discusiones que versaban sobre la teoría de los dos demonios y, también, se incorporaba la problemática de la memoria en agenda. Básicamente, se debatía acerca de qué y cómo recordar al terrorismo de Estado. En este marco, me concentré en el estudio de narrativas de memoria y en rescatar algunos trabajos en el ámbito de los derechos humanos que había realizado durante la dictadura.
-¿Qué trabajos realizó durante la dictadura?
-Trabajé con Adolfo Pérez Esquivel y participé del Servicio Paz y Justicia. Por ello, mi propósito era analizar narrativas de historias de vida para reconstruir cuáles habían sido los puntos centrales de debate y las preocupaciones políticas previas al Golpe de Estado en el partido de Quilmes. El objetivo estaba en observar cómo eran significadas las luchas previas a 1976, en un área industrial con un movimiento obrero de peso. Además, San Francisco Solano era uno de los espacios más significativas de zona sur, ya que se habían desarrollado importantes luchas por tomas de tierra.
-Incluso, la Universidad está asentada en un predio que en el pasado fue una fábrica…
-Sí, claro. Ese también fue un eje de relevancia para nuestro trabajo inicial. Lo que aún significa más: en plena década neoliberal, también podría haber sido un shopping pero afortunadamente se decidió construir una universidad pública estatal. Luego, hacia fines de los noventa, me integré al Centro de Derechos Humanos de Quilmes “Emilio Mignone”, denominado así en memoria de su impulsor y referente. Desde aquí, también trabajé los cruces entre memoria y derechos humanos, y fui directora entre 2005 y 2011.
-¿Y cómo ingresa su preocupación por las temáticas de género?
-A mediados del 2000, con la reapertura de los juicios de lesa humanidad y la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de la impunidad (Punto Final, Obediencia Debida y los indultos), reaparecen los testimonios de mujeres que habían sufrido distintas formas de violencia de género y sexual en los centros clandestinos de detención. Entonces comencé a investigar con perspectiva de género el impacto de la fuerza represiva sobre varones y mujeres. Me refiero a violaciones, desnudos, embarazos y abortos forzados, entre otros hechos despreciables.
-¿Y qué halló al respecto?
-Cuando revisé diversas fuentes -como los testimonios del informe Nunca Más- encontré que existían denuncias de distintas formas de violencia sexual y que no había sido repreguntado en el interrogatorio de los jueces. Más bien, se trataba de un tema que había sido subsumido en la figura de “torturas y tormentos”.
-No estaba la figura legal, dichas actividades no tenían entidad propia y específica para la ley…
-Exacto. El eje del plan de exterminio en Argentina fue la desaparición forzada de personas y, tanto en la legislación nacional como en la internacional, no se había abierto la perspectiva de género para los delitos de lesa humanidad. Por primera vez, a fines de los noventa, las violaciones fueron consideradas delitos de lesa humanidad y condenadas en el marco de los tribunales penales internacionales ad hoc de Ruanda y la ex Yugoeslavia, así como en el Tribunal Penal Internacional Permanente. En nuestro Código Penal, hasta 1999, la violación sexual era definida como “un delito contra la honestidad”, es decir, que el bien jurídico protegido era el honor de las mujeres en el marco de la concepción patriarcal de la vida. A partir de la modificación es comprendida como un delito “contra la libertad y la integridad sexual”.
-Sus contribuciones ayudaron en la visibilización de una perspectiva de género que no se tenía en cuenta.
-Sí, claro. Trabajamos con otras universidades del conurbano (Universidad Nacional de Lanús), con el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), con fiscales que estaban en las causas, realizamos jornadas y exposiciones teóricas, así como también una recapitulación de la experiencia internacional. Lo que ocurrió es que con la reapertura de los juicios, muchas mujeres tomaron valor y denunciaron que habían sido violadas. Sin embargo, hay que señalar que se trató de una discusión compleja porque también estaban las que se sentían estigmatizadas y no querían abrir ese debate.
-Porque -incluso- en la actualidad se trata de un estigma difícil de revertir…
-Sí, tanto que aquellos argumentos que brindaban las mujeres que se negaban a prestar testimonios también respondían a la estructura patriarcal: “no contar nada para cuidar la integridad de mi marido”; “no puedo denunciar lo que ocurrió para proteger a mis hijos”.
-Por último, ¿de qué manera sus investigaciones con perspectiva de género y memoria sirven para pensar la actualidad?
-Pienso que, a diferencia de otras formas de tortura y tormento, las violencias sexuales continúan desarmando la vida de las mujeres. Eran previas a la dictadura, sucedieron durante y también suceden ahora. En efecto, que estos delitos hayan sido invisibilizados en democracia constituye la prueba fehaciente que demuestra que el período de facto no fue una excepción.