“Creo que la elección de bandos es previa a los datos”

El entrevistado camina despacio pero firme. Del mismo modo que sus dedos golpean el teclado, cada paso se transforma en estocada. Ingresa a la Dirección de Prensa, saluda a los presentes y se sienta a las 17 en punto. Allí, los cronistas le ofrecen un mate porque saben que, de cualquier manera, en algún momento pedirá que le conviden. A pesar de su trayectoria, todos sus gestos son de humildad. Como su talento no busca los reflectores, nosotros lo buscamos a él, que se desmarca del ego y ensancha su espalda ni bien suelta las primeras palabras.

Washington Uranga es periodista en el diario Página 12 y docente universitario en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) pero, como él mismo se encarga de repetir, también es “ciudadano latinoamericano y trabajador en movimientos populares”. Afirma que “siempre ha escrito desde los bordes” y que ha concentrado sus esfuerzos en temas que habitualmente no componen la agenda de los medios. Su nombre se ha destacado en la cobertura de temáticas vinculadas a la iglesia y el Estado, en el seguimiento de la política a partir de las voces de las organizaciones sociales, así como también en la reflexión de los procesos de comunicación social -a partir de la sección “La Ventana” que se publica todos los miércoles en el periódico-. En esta oportunidad, señala la importancia de estimular las prácticas de lectura y escucha en los jóvenes, y reflexiona sobre la actualidad del periodismo: un ejercicio que hoy prescinde de los criterios de veracidad, porque entre otras cosas “existe una absoluta liviandad con el manejo de las fuentes”.

-En la actualidad, ¿cuáles son las herramientas que tiene que desarrollar un joven para ser periodista?
-Más allá de la coyuntura, una de las actividades más importantes es leer mucho sobre temas variados. Pienso que es fundamental, desde aquí, el rescate de la literatura. Hace mucho tiempo que nuestros estudiantes no leen libros enteros y ello constituye un problema porque las fotocopias constituyen simples recortes. Es muy difícil comprender una obra completa a partir de la mera revisión de 15 páginas porque se pierde el contexto que le otorga sentido. De la misma manera que no hay texto sin contexto, no hay episodios sin procesos. Por otra parte, es vital que las lecturas que realicen los futuros periodistas no se enmarquen -únicamente- en el mundo digital.

-¿Por qué?
-Porque precisamente uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos es la fragmentación del relato. Es muy difícil comprender la historia a pedacitos y pretender rearmarla a partir de las redes sociales. En efecto, una de las responsabilidades más grandes que tienen los comunicadores es articular saberes, prácticas y experiencias dispersas. Se trata de armar un rompecabezas en medio de un presente lleno de vértigo.

-Si tuviera que describir la situación del periodismo, ¿qué diría? ¿Cómo se comunica en una época de “posverdad”?
-Pienso que la posverdad excede al periodismo y tiene que ver con modos de ejercer la política, la cultura y las prácticas sociales en general. El periodismo participa en ese espacio como depositario, heredero, cómplice y generador. Casi sin advertirlo, los periodistas redactan textos que resignan la referencia de los datos para introducirse en el ámbito de los relatos. Siempre he sido un militante contra la idea de objetividad –porque cada quien produce un discurso desde su subjetividad– pero debo decir que la pérdida de referencia respecto a la veracidad de los hechos también tiene sus consecuencias.

-¿Piensa que ya no es posible confiar en nada?
-No, más bien tiendo a pensar que las adhesiones -la ubicación de un bando o del otro- son previas a los datos. De este modo los individuos creen o dejan de creer en función de quien enuncia y no tienen en cuenta lo que se enuncia. Este hecho representa una gran dificultad porque conlleva procesos de estigmatización: la condición de periodista kirchnerista, de Cambiemos o de izquierda elimina la posibilidad de escuchar al otro. Hemos aniquilado la escucha.

-La escucha y la lectura. En la actualidad, es muy difícil tolerar ese periodismo de investigación de doble página que realiza Horacio Verbitsky o bien Hugo Alconada Mon…
-Además, la industria no lo tolera porque no se generan las condiciones -financieras, por ejemplo- para que pueda desarrollarse el periodismo de investigación tal cual se practicaba en décadas precedentes. El otro obstáculo se vincula con hallar los criterios de veracidad, porque existe una absoluta liviandad con el manejo de las fuentes. La vieja idea de chequear tres fuentes no solo cayó en desuso sino que la enterraron en un tacho de basura para no recuperarla nunca más.

-Sin embargo, como señalaba antes, el problema no es solo del periodismo. 
-Por supuesto, es un problema de la sociedad que cree lo que quiere creer previamente a cualquier dato. Por ejemplo, más allá de lo que se pueda extraer de cualquier pericia técnica, existe un sector en Argentina que necesita creer que a (Alberto) Nisman lo mataron. De la misma manera, no hay inconveniente en construir pruebas falsas. Sin ir más lejos (Elisa “Lilita”) Carrió asumió, entre tantas cosas, que a (Santiago) Maldonado lo tenían escondido los mapuches. Lo más preocupante es que los políticos nunca se disculpan por estas barbaridades.

-En este marco, ¿de qué manera los periodistas pueden sentirse conformes con su trabajo cuando la profesión se pone en duda todo el tiempo?
-Pienso que lo único que interesa es estar tranquilo a partir de la construcción de una seguridad ética propia, sin pedir reconocimientos sociales. En mi caso, trato de hacer mi trabajo con apego a la verdad desde una perspectiva integral de defensa de los derechos humanos. Los laureles para la función periodística hoy se emparentan más con el show business que con el verdadero ejercicio profesional. Mis errores tienen más que ver con mis incapacidades y dificultades de comprensión que con mala voluntad o vagancia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.