“La radio sigue vigente por la pasión de quienes la construyen a diario”

La posibilidad de contar historias, de narrar acontecimientos, de compartir buenas noticias, pero también de contagiar tragedias, ha sido, es y seguirá siendo una cualidad inherente a la condición humana. Así, en un pasado no tan remoto, la capacidad de relatar lo que ocurría en el entorno –de representar la realidad– primero habilitó y luego promovió el consabido desarrollo de las civilizaciones. En esta línea, más cerca en el tiempo, a partir del siglo XX la radio operó como el soporte de la comunicación de masas ideal para compartir experiencias. Allí, ante el micrófono, sus protagonistas parecen soltarse e intercambian sus perspectivas de una manera más noble. Como no están presentes las cámaras, no necesitan sus máscaras. Como no están presentes las luces, nadie se deslumbra con meras apariencias.

En este marco, Oscar Bosetti –que es docente de la UNQ y ha trabajado como productor y conductor en programas de Belgrano, Splendid y Rivadavia– se ubica como una voz autorizada para opinar sobre la actualidad y las reconfiguraciones de un medio que, a casi 100 años de su nacimiento, conserva los signos vitales intactos y resucita un poco todos los días.

 

-¿De qué manera la producción radial se reinventó en las últimas décadas para sobrevivir en un contexto de digitalización y supremacía de la imagen? En definitiva, ¿qué tiene para aportar la radio en pleno 2018?
-La radio tiene para ofrecer el mismo discurso que construye desde hace 98 años. Ocupa el lugar de la palabra articulada que, pese a un escenario de abrumadoras pantallas, tiene la virtud de reformularse y actualizar sus potencialidades de manera constante. En efecto, no se aparta del camino para aprovechar lo que ya existe y propone nuevas aristas en un escenario social que se modifica para cautivar a un público que todavía le presta atención a la música, los efectos, los sonidos y los silencios del medio.

-En este sentido, la historia de la radio es una historia por la supervivencia…
-Comparto. En los casi 100 años de vida, ha sobrevivido a distintos tipos de embates. En principio, a las críticas de la prensa que auguraba para la radio un futuro nada promisorio y, sin embargo, logró hacerse un lugar y consolidar lo que se denominaría periodismo radiofónico. Tiempo después, se tuvo que enfrentar a otro peso pesado: la televisión; aquí, también se creía que el sonido entraría en franca declinación al poder de la imagen. Ante las diversas amenazas, y pese a las transformaciones que ha atravesado el ecosistema de medios en los últimos 15 años, es posible señalar que aún demuestra absoluta vigencia. Sin embargo, la inmediatez y la portabilidad –en el pasado ventajas exclusivas del medio– hoy se han extendido con la presencia de las redes sociales y de dispositivos móviles para todos los gustos y colores.

-¿Cuáles son las estrategias que emplean los productores radiofónicos para cautivar a un público que tiene acceso a un bazar de atracciones y que practica consumos culturales tan fragmentados?
-Lo que ocurre con los podcast, por caso, puede ser muy ilustrativo para describir el modo en que la radio actual se hace cargo de la ficción. Hoy, cualquier individuo se puede encontrar con un sumario muy rico de productos llevados a cabo por realizadores radiofónicos. De esta manera, el medio también se adapta a las formas del consumo “a la carta”, bajo demanda.

-La lógica on demand supone una producción distinta, aunque también transforma el proceso de escucha…
-Sí, claro. En 2018 la radio se escucha a partir de múltiples parlantes y ya no necesita –de modo privativo– del aparato receptor convencional que conocimos quienes tenemos más años. El teléfono, la computadora, el MP3 y todo un conjunto de nuevas tecnologías que, con independencia de su sofisticación, continúan dependiendo de un mismo insumo: el sonido.

-En cuanto a los contenidos, en el pasado la división entre información y entretenimiento era más tajante; mientras que, en la actualidad, todo aparenta formar parte de un mismo cóctel y las brechas se acotan. ¿Cómo se expresa este pasaje en el escenario radiofónico?
-Desde hace tiempo es posible afirmar que se han quebrado ciertos moldes que distinguían información y entretenimiento. Se trata de un proceso que guarda relación con lo que algunos teóricos de la comunicación han denominado “infoentretenimiento”. Lo que hace Andy Kusnetzoff en la mañana de la Metro, por ejemplo, es traer ciertos condimentos que provienen del magazine, de la revista radiofónica que –a partir de los sesenta en Argentina– estableció un modelo de cómo hacer radio para un horario en que la urgencia informativa se atenúa y otros pactos de escucha sostienen la audiencia. Existe, por tanto, una línea de continuidad entre lo que podíamos identificar en “Fontana Show” –de “Cacho” Fontana, emitido por radio Rivadavia a partir de los setentas– y el estilo de Perros de la calle.

-Por último, ¿qué le gustaba de aquella radio que ya no está?
-No me gusta ubicarme en un lugar nostálgico. Hay una frase del “Flaco” Spinetta que resume mi postura de una manera muy clara: “mañana es mejor”. Ello no significa que haya cierta cuota de remembranza cuando pienso en esas épocas radiofónicas como partes indisolubles de mi vida. Recuerdo mis madrugadas de alumno universitario y cómo solía estudiar acompañado de voces y músicas como las que podían proponer Juan Alberto Badía o Pedro Aníbal Mansilla. Se abría una era de hacer programas coloquiales, informales y cómplices, que en el presente encuentran a muchos exponentes que recorren esa vereda que tan bien han sabido transitar los primeros maestros. La radio, en definitiva, sigue vigente por la pasión que tienen quienes la construyen a diario.

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