“La ciencia es el invento humano más interesante de todos los tiempos”

“No soy hermano, ni primo, ni ningún familiar de Manu”, bromea Santiago Ginnobili. Su apellido solo se diferencia por una “n”, una mísera letra que, tranquilamente, podría pasar desapercibida para cualquier alma apresurada y confundida por la aceleración de estos tiempos que vuelan. A diferencia de la estrella argentina que acaba de colgar su musculosa de San Antonio Spurs para siempre, este es doctor en Filosofía e Investigador del Conicet en el Instituto de Estudios sobre la ciencia y la tecnología (IESCT-UNQ). Se especializa en el campo de la filosofía de la biología y de manera reciente escribió “La teoría de la selección natural. Una exploración metacientífica”, libro publicado por la editorial de la casa. En esta oportunidad, explica por qué es tan importante que los científicos aprendan a comunicar su ciencia, describe en qué medida Charles Darwin podría considerarse el principal filósofo de los últimos siglos y apunta de tres con su máximo anhelo: “que la sociedad aprenda a pensar desde una perspectiva científica”.

-Su especialidad es la filosofía de la biología. ¿De qué se trata?
-Incluye aspectos muy heterogéneos y diversos. Se trata de realizar una reflexión sobre la biología, que puede incluir desde asuntos éticos hasta de política científica. En mi trabajo desarrollo una perspectiva analítica, un enfoque que implica hacer “elucidación conceptual”: tomar un término del lenguaje científico –como “gen” o“fitness”– para explicitar mejor en qué consiste. Los investigadores, en muchos casos, son expertos en aplicar mecanismos y procesos pero no tienen en claro cómo nombrarlos.

-¿Hay poca reflexión acerca de cómo se comunica?
-Es fundamental discernir y preguntarse acerca del modo en que se divulga. Habitualmente ocurre en todos los campos de la ciencia pero en las naturales, por ejemplo, es más común que en las sociales, porque ni siquiera tienen una materia que los induzca a problematizar sus acciones. Pienso en epistemología, por caso.

-¿Y por qué siendo filósofo se interesó por la biología? No es muy corriente.
-Leí “El origen de las especies”, que constituye uno de los libros de filosofía más importantes que ha existido. De hecho, considero a Charles Darwin como uno de los filósofos más geniales de los últimos siglos. Mientras cursaba la carrera me impactó de una manera muy profunda. ¿Por qué? Porque logró pensar fenómenos de manera novedosa y comunicarlos de una forma bellísima. Es infernal, su obra resume todo lo que debería saber hacer un pensador crítico.

-Esto es interesante porque nadie considera a Darwin como un filósofo.
-Sí, incluso a él mismo le costaría identificarse con la filosofía. En la actualidad esa brecha persiste: los científicos evitan leer filosofía y los filósofos, inmiscuirse en la ciencia. Guarda relación con la distancia que existe entre hacer ciencia y reflexionar acerca de ella. ¿A quién le conviene que los científicos tengan mucha capacidad para realizar nuevos aportes tecnológicos pero que no reflexionen mucho sobre lo que hacen? Es una cuestión de poder. Por ello, la comunicación de la ciencia es una de las tareas más difíciles; hoy la ciencia está completamente desconectada de la sociedad. Lo que dicen los científicos no lo escucha nadie más que ellos mismos.

-¿Por qué al académico le cuesta contar lo que hace?
-Porque cree que no es necesario, que no es parte de su tarea como científico. Confía en que es una tarea de segundo orden, cuando en verdad es una parte constitutiva de la ciencia, esencial a su desarrollo. En momentos de crisis, ¿cómo realizar una actividad conjunta, cómo organizarse frente a los ajustes presupuestarios y los retrocesos si hay tantos desprecios entre las disciplinas, si hay tanta competencia? Yo no sé lo que estudian mis colegas, ni ellos saben qué estudio. En la mayoría de los casos no se advierte un esfuerzo por contarle a la sociedad a lo que nos dedicamos.

-En este marco, recuperemos de qué se trata su último libro: “La teoría de la selección natural. Una exploración metacientífica”.
-Es un intento que se vincula con esto que venimos hablando. Además de hacer ciencia, también debemos pensarla. Aquí, me ocupo de analizar la teoría darwiniana con el propósito de comprender las características de la evolución actual. Si bien la idea de que la evolución tiene un fin último se terminó con Darwin y la impronta del azar como clave, también es cierto que las lógicas funcionalistas todavía tienen mucho peso en la biología.

-¿Por qué eligió analizar un libro tan célebre? Representa un verdadero desafío intentar decir algo nuevo al respecto.
-Es cierto, existen millones de textos sobre Darwin y los seguirá habiendo por siglos. En principio, diría que no es cierto que sea tan leído. A priori, no se lee tanto como se cree en las carreras de Biología ni mucho menos en las de Filosofía. No se lee historia de la ciencia ni epistemología y, como resultado, ello redunda en la creación de una falsa conciencia: no conocen tanto como creen el propio ámbito en el cual se desempeñan.

-Cualquiera podría decirle que no hace falta conocer tanto el propio campo para poder hacer ciencia…
-Es que hacer ciencia no es solamente estar en laboratorios y oficinas rodeadas de libros, también es aprender a pensarla y saber comunicarla. Y, por otra parte, hacer filosofía es muy difícil si no se lee Darwin porque, como te señalé, es uno de los filósofos más influyentes de nuestra época. La ciencia constituye el programa empirista de la filosofía, en efecto, la distinción que separa a ambas no tiene fronteras claras; son, más bien, límites institucionales pero no teóricos. La ciencia es el invento humano más interesante de todos los tiempos, además de la música, claro. Me considero un iluminista, es fundamental seguir pensando en el progreso.

-Pensé que ya no quedaban iluministas. Después de la Escuela de Frankfurt, lo creí imposible.
-Pensar que la ciencia solo es fabricar bombas constituye una mirada muy parcial también.

-Estoy de acuerdo. Aprovecharé, entonces, su espíritu iluminista para una última pregunta. La UNQ se prepara para cumplir 30 años, ¿qué le gustaría contarme si tuviéramos esta conversación en 2049? Proyectemos un poco sobre el futuro de la institución y de su investigación…
-Me gustaría que los puentes, hoy cortados, entre filosofía y ciencia o bien entre filosofía y enseñanza, puedan unirse definitivamente. Desde aquí, el gran objetivo será contribuir a que la sociedad pueda comenzar a pensar desde una perspectiva científica. La discusión respecto del aborto, de los antivacunas y los terraplanistas son muestras palpables de la necesidad de la educación que todavía necesitamos consolidar.

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