“Supersopa”, un Programa que no se echa a perder

Allá por 2003 salía a la cancha “Supersopa”, un producto alimenticio provisto de carne picada, arroz y vegetales (papas, zanahorias, cebollas y arvejas) sin ningún tipo de conservantes ni aditivos. Los objetivos siempre estuvieron claros: se trataba de colaborar con los sectores más desfavorecidos y de consolidarse como una práctica profesional. Pronto, las primeras latas arribaron a las mesadas de los comedores comunitarios y escolares de la zona quilmeña. Con el tiempo, el mapa se ensancharía y el alimento llegaría a otros barrios, provincias, países y ¡continentes!

En la actualidad, a 14 años de la primera experiencia, Gastón Arraiz, Director del Programa Supersopa, señala: “si bien hemos producido otras variantes alimenticias específicas para ampliar nuestra oferta (guisos, estofados, locros) siempre mantuvimos la idea de producto único, noble, conocido por todos, como una opción perfecta para el almuerzo o la cena”. En este sentido, el propósito no se ha modificado demasiado: “buscamos elaborar alimentos sanos, nutritivos y a bajo costo, que cumplan con los estándares de seguridad alimentaria y puedan ser conservados con una vida útil estimada en 3 años”, complementa Arraiz.

El acto de alimentarse implica una respuesta a una necesidad biológica y forma parte de la dinámica instintiva de los seres humanos, pues básicamente, quien no come perece. Sin embargo, también es un fenómeno social y cultural: las personas no se alimentan de cualquier plato, en cualquier contexto y de cualquier modo. Por el contrario, respetan pautas, siguen líneas de acción y cumplen con ritualidades -muchas veces- sin siquiera advertirlo. Desde aquí, la idea de producir una sopa que, por su tradición y simpleza, pudiera adaptarse a un público universal fue la regla de oro que acompañó la creación del producto desde sus orígenes y todavía se mantiene vigente.

Por otra parte, un segundo aspecto fue el establecimiento de la planta de producción como un espacio para la formación profesional de los ingenieros en alimentos, estudiantes que adquieren herramientas de trabajo mientras avanzan en la carrera que se dicta en la Universidad. “Durante este tiempo, la planta ha devenido en un verdadero centro de formación de futuros ingenieros. Nuestros esfuerzos están centrados, en efecto, tanto en la parte académica así como también en el desarrollo de productos y tecnología”, plantea el Director del Programa. Y agrega: “nos focalizamos en la ingeniería de procesos presente en la dinámica de la planta de alimentos. Es decir, evaluamos cómo participan las innovaciones, lo tecnológico, la gestión y el desarrollo de productos en las distintas modificaciones que ocurren durante la producción”.

Si bien por Supersopa han transitado -en promedio- una decena de estudiantes por año, la cifra de personas que participaron en el Programa es incontable. “Resulta imposible contabilizar la cantidad de estudiantes formados y el número de platos producidos. Son números siderales que no manejamos, pero sí es importante subrayar que el sentido de la planta es de autosustentabilidad”, apunta Arraiz. Y, en esta línea, indica: “nosotros compramos la materia prima y vendemos el producto, con lo cual no dependemos de una partida específica de financiación para poder producir. Las latas se transfieren al costo”.

A 14 años de su creación, Supersopa constituye un orgullo para la Universidad. Un ejemplo concreto de práctica solidaria y de responsabilidad social, porque del mismo modo que ocurría a principios de siglo “siempre es esencial contribuir con clubes de barrio, comedores y escuelas a quienes el producto todavía puede significar una gran ayuda”, concluye Arraiz.

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