“Todavía tenemos que explicar qué hacemos cuando investigamos”

Cómo se comunica en una era desbordada de informaciones y fuentes; cómo se construye la Comunicación Social como campo disciplinar autónomo a pesar de su afán por la transdisciplinariedad; cómo se investigan los usos y las apropiaciones colectivas de las tecnologías por parte de los jóvenes mediante un abordaje que supere el determinismo tecnológico y restituya la capacidad de agencia del sujeto. Todo ello analiza el Dr. en Comunicación Leonardo Murolo, director de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNQ.

 

-¿Por qué estudió Comunicación Social?
-Me interesaba el periodismo desde bien pequeño. Recuerdo que cuando cumplí 11 años me regalaron una máquina de escribir. Luego, durante el secundario, asistí religiosamente a un programa de radio durante seis años. Se emitía todos los sábados por la mañana y jamás me perdí ni uno. De modo que comunicar, de diferentes formas y en distintos espacios, ya formaba parte de mis intereses. Además, siempre viví cerca de la Universidad y me encantaba. Así que no lo dudé y arranqué la carrera, que me cautivó desde un primer momento.

-¿Y luego? 
-Luego me di cuenta que también se abrían otros caminos como la docencia y la investigación, la perspectiva científica de las ciencias sociales. Así que para finalizar la Licenciatura presenté una tesis y advertí la posibilidad de concursar becas. Por ello, comencé un doctorado en Comunicación en la Universidad Nacional de La Plata. Creía que realizar un posgrado en el área significaba una verdadera apuesta por el campo y, en paralelo, obtuve una beca de Conicet.

-Recién señalaba que apostó al campo. ¿Cuál es el aporte de la Comunicación en el escenario de la investigación social?
-Para responder ello tengo que recuperar un poco de historia.

-Adelante.
-Cuando se dividen las ciencias, allá por los albores de la modernidad, la comunicación no tenía un espacio asignado en el campo académico. A fines del siglo XX, cuando finalmente se constituye, selecciona a sus referentes y escoge conceptos prestados de disciplinas ya establecidas. Así, de una manera más o menos delimitada, se fue consolidando al mismo tiempo que los espacios de conocimiento tradicionales optaban por la transdisciplinariedad.

-La transdisciplinariedad, una de las grandes virtudes de la Comunicación. 
-Exacto, uno de los grandes valores y signos distintivos de la comunicación, un asunto que exhibe desde su propio nacimiento. Se conforma así un abordaje singular que implica observar usos, consumos, intercambios y prácticas sociales, a partir de sus significados, sentidos, representaciones e imaginarios.

-Esa dinámica y capacidad de adaptarse que tiene la Comunicación como espacio académico constituye una ventaja, pero también una desventaja…
-Sí, sobre todo porque la Comunicación no es debidamente aceptada en muchas instituciones. Me refiero a trabas burocráticas que persisten y nos impiden inscribirnos en nuestra disciplina cuando, por ejemplo, queremos postularnos a una beca, un cargo, un puesto. Como nuestros objetos de estudio son amplios, rozan con otros cuerpos de conocimiento y ello también es fuente de conflictos. Todavía tenemos que explicar qué hacemos cuando investigamos.

-En este marco, ¿cómo se inscribe su investigación sobre los usos y las apropiaciones sociales de las tecnologías digitales de la comunicación?
-En todo momento se producen construcciones de sentidos y significados sociales a partir de nuevos dispositivos, que vienen a modificar nuestras acciones cotidianas, a acotar tiempos y distancias. Con ellos, transformamos nuestras prácticas, que no son prescriptivas de las propias tecnologías, sino sociales y culturales, que interpelan y se construyen a partir de sujetos con capacidad de agencia.

-En este sentido, las tecnologías son observadas como herramientas…
-Por supuesto, son herramientas. Esto es importante subrayar para marcar una distancia respecto a otras corrientes “deterministas”, que contemplan a las tecnologías como omnipotentes. Y con ello, todas las ideas subyacentes: “Internet revolucionó el planeta”, “la era de la información”, “la sociedad del conocimiento”. En contraposición, existe una perspectiva “culturalista” que proviene de la Escuela de Birmingham de mediados de siglo pasado (pero que es desarrollada muy bien en nuestra propia región) que plantea que, efectivamente, son los sujetos quienes producen sentidos alrededor de las tecnologías.

-Es decir que el recorte de objeto se define a partir de la interacción de los sujetos sociales y las tecnologías. Entonces, ¿qué estudian en concreto?
-Al interior del proyecto de investigación tenemos trabajos con objetos de estudio muy novedosos. Por ejemplo, estudiamos las implicancias de las series de ficción para Internet; las narrativas propias para los espectadores en el universo de Youtube; los usos de las aplicaciones para concretar citas, la conquista, la seducción y relaciones; los vínculos entre humor, crítica, ironía e imagen en las redes que necesitan de una comprensión inmediata por parte del público; los usos de la telefonía móvil en el espacio público; los discursos que se tejen cuando los adolescentes escuchan música en volumen alto en colectivos y trenes.

-¿Y qué discursos se pueden identificar?
-Desde los estados municipales que prohíben la práctica hasta las empresas de colectivos y subtes que solicitan que no se realice. Limitaciones que no están emparentadas con las propias tecnologías, sino con las dinámicas de las prácticas sociales. Del mismo modo, los dispositivos no nos obligan a tomar “selfies”, pero sin embargo las sacamos todo el tiempo.

-En esta línea, ¿el mercado no influye en la utilización que las personas hacen de las tecnologías y el modo en que algunas se masifican?
-Sí, claro. Un factor para que las tecnologías se masifiquen, indefectiblemente, es el mercado que propone usos, muchos de los cuales pueden tener éxito. Luego está el Estado, que se encarga de regular y controlar desde la televisión digital hasta el 4G, y mediar juicios por derechos de autor. Y, por otra parte, existen dos factores ligados a los propios jóvenes: el primero, intragrupal, que implica hacer algo “porque otros lo están haciendo”, y el segundo, intergrupal, que significa “no hacer lo que otros hacen”. Se trata de usos vinculados con la propia construcción de identidad.

-Si dijera que “antes las personas estaban más comunicadas”, ¿qué diría?
-Que en la contemporaneidad, probablemente, asistimos a una abundancia de información sin precedentes, y ello hay que diferenciarlo de la comunicación. De este modo, arriesgaría que estamos mucho más informados (con independencia de la calidad y de la profusión de noticias falsas) que comunicados.

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