“El lenguaje audiovisual es el arma masiva más efectiva”
Toda producción cultural es ideológica. Por ello, el análisis del cine como industria masiva y las películas como mercancías no puede estar desprovisto de herramientas y métodos que ayuden a desmontar sentidos y quebrar superficialidades. ¿Por qué? Porque el lenguaje audiovisual no es inocente y, en efecto, esconde entre sus pliegues un cóctel de valores, sentidos y significaciones que, más allá de sus maquillajes, jamás son neutros. En este marco, quién mejor que María Valdez para arrojar luz al respecto.
Si bien es Directora de la Licenciatura en Artes Digitales y su especialidad es el cine latinoamericano y argentino, Valdez viene del mundo de las letras. Ha sido programadora del Bafici, asesora en cultura y educación del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y ha trabajado en gestión cultural. En este diálogo, brinda su perspectiva sobre la actualidad del cine local, la calidad de las críticas y su contribución limitada al aula.
-¿Cómo se estudia cine?
-Aprendí que, para que el trabajo de investigación sea lo más riguroso posible, hay que estar abierto a trabajar con todos los materiales que lo cruzan. Así, de forma transversal, es como pienso al cine. Es preciso considerar el campo histórico, cultural y económico, por un lado; y los distintos abordajes, herramientas y paradigmas teóricos, por el otro. Las películas no son solo una diversión, son sintomáticas e ideológicas.
-¿En todas las películas hay ideología?
-En tanto sujetos sociales, la producción no puede estar por fuera de un enclave ideológico, aunque no sea de forma consciente sino a través de prácticas asumidas y naturalizadas. Dada su forma de consumo -en general, por placer o distracción-, no suele tomarse conciencia de la cantidad de información e ideología que hay detrás. Por eso considero que hoy el lenguaje audiovisual es el arma masiva más efectiva, porque es indolora. Entonces, es necesario preparar lectores críticos para que deconstruyan el mundo audiovisual y, así, vean qué hay debajo del nivel de las historias que los discursos proponen.
-¿Por qué sería importante despertar el sentido crítico?
-Es necesario hacer una distinción entre el público en general y quienes analizamos imágenes. El público puede consumir productos audiovisuales para divertirse o pasar el rato, y está muy bien. Pero en el segundo caso, hay un deber moral de ver cómo algo que aparenta ser muy divertido puede construir valores absolutamente negativos. Lo que para el 90% de la gente es pasar el rato, constituye productos que portan valores y construcciones respecto de las personas y las prácticas. Al analizar un film me pregunto qué construye el relato, qué sostiene por debajo del argumento de la película. Ese es el deber de la crítica, no de quien va a ver una película.
-En la actualidad, ¿cómo describe y analiza la crítica de cine? ¿Hay buenos críticos?
-Creo que la crítica de espectáculos es muy mala y está mal formada. Pauperiza al objeto y no se toma el trabajo de ver con qué herramientas ha sido creado, justamente porque lo considera un entretenimiento. Lo que se encuentra es una opinión basada en las dicotomías me gusta-no me gusta, está bien-está mal, en vez de un eje de lectura para que sea posible abordar lo que se verá. Al no exponer argumentos, al comparar un film con otros, se descuida al objeto analizado y se le falta el respeto al público.
-En este sentido, ¿en qué situación se halla el cine argentino?
-Creo que, por un lado, existe muchísima producción, lo que está muy bien. Sin embargo, noto que, en líneas generales, se ha armado un gueto respecto de lo que debe ser “el buen cine argentino”, donde muchas producciones quedan de lado. Por lo tanto, estamos en un estado de pobreza, donde es muy difícil encontrar películas que salgan de lo esperable. La idea de “nuevo cine argentino” atentó contra el género y contra otro tipo de producciones, dejando de lado otras voces y cuestionamientos.
-¿Por qué el “argentino promedio” prefiere el consumo de producciones extranjeras a las nacionales?
-Hay una falta de tradición. Los norteamericanos conocen toda su historia cinematográfica. A lo largo de la historia, no tuvimos políticas públicas de preservación del patrimonio cultural. Somos especialistas en destruir la historia. Entonces, uno no puede reconocer la propia tradición o los elementos que conformaron matrices culturales si nunca los vio. El modelo de cine consumido desde la década del 60 en adelante es el americano, entonces la competencia audiovisual del espectador está ligada a ese formato. De ahí viene la ideología de la que hablábamos al principio: nadie se siente colonizado, aunque lo que consuma represente otro modelo de mundo, que responde a otras coordenadas.
-¿Y si el público no tuviera interés en reflexionar acerca de sus consumos?
-No me interesa convencer al público ni evangelizar al mundo. Mi pequeño mundo es el aula. Mi deber ético y profesional es utilizar las herramientas disponibles para lograr una toma de conciencia social, es enseñar a leer cine para que mis estudiantes entiendan, con las herramientas que tenemos, que esto no es neutral. Dentro del aula, les doy la mayor cantidad de instrumentos para que se cuestionen todo. Hasta ahí llego.