“Las mujeres deben resistir y protagonizar la escena científica con mucha convicción”
El campo científico, históricamente, se construyó como un escenario de poder dominado por los hombres. El principal obstáculo, desde esta perspectiva, se halla en el “techo de cristal”, que se traduce en la merma de oportunidades que tienen las mujeres para acceder a cargos directivos, ya sea al frente de laboratorios, centros o institutos, o bien como directoras en subsecretarías y secretarías de gobierno vinculadas con el área.
Desde aquí, en el marco de la apertura del segundo cuatrimestre, nadie mejor que Dora Barrancos para explicar los vínculos y los límites que se tejen y deconstruyen en el escenario más amplio de la ciencia, el género y la universidad. Es Licenciada en Sociología (UBA) y Doctora en Historia (Universidad de Campinas, Brasil). Es directora del Conicet por el área de Ciencias Sociales y Humanidades (2010-2018) y, actualmente, dirige la Cátedra Abierta de Género y Sexualidades de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
-¿Cómo se constituyen, en la actualidad, las relaciones entre ciencia, universidad y mujeres?
-La propulsión de las mujeres hacia la ciencia tiene mucho que ver con la ampliación de oportunidades en las universidades. En el último tiempo, las disciplinas se tornaron más porosas. ¿A qué me refiero? Por ejemplo, a lo que ocurre en el campo de la biología, un espacio que se ha vuelto acogedor tanto a nivel nacional como internacional para la recepción de mujeres. Sin ir más lejos, en el propio Conicet la mejor representación de nosotras se ubica en el área de “Ciencias Biológicas y de la salud”.
-¿Por qué las mujeres han encontrado un espacio acogedor en las biologías?
-No sabemos a ciencia cierta los motivos del fenómeno. No obstante, en cualquier caso, estamos en condiciones de quebrar mitos y falsas representaciones. Es muy común el argumento que plantea que a las mujeres les atraen las ciencias biológicas porque “están más cerca de la vida” y otros tipos de relatos ficticios que se filtran, conforman el sentido común y consolidan las relaciones de poder en favor de los hombres.
-¿Y qué ocurre respecto de las ciencias sociales y las humanidades?
-Afortunadamente, también en estas áreas se han producido modificaciones. Algunas décadas atrás, campos como la historia o la filosofía constituían –de manera preponderante– espacios de conocimiento característicos de los hombres. En contraposición a ello, en la actualidad, este tipo de carreras tienen una gran afluencia de mujeres y ello les otorga, como resultado, mejores posibilidades de hacer carrera científica.
-Desde aquí, Argentina se caracteriza por contar con buenos indicadores de participación de mujeres en el sistema científico…
-Es correcto. Según Unesco, Argentina representa una de las mejores posiciones en cuanto a la participación femenina en la escena científica. Ello constituye una excelente noticia, incluso a nivel general; ya que Latinoamérica posee mejores porcentajes de mujeres científicas respecto de Europa.
-¿Ello por qué sucede?
-Porque las exigencias de los laboratorios europeos son poco compatibles con las condiciones femeninas que, además de producir ciencia de calidad, deben administrar y gerenciar absolutamente todo en el ámbito más cotidiano del hogar. Como resultado, las mujeres suelen quejarse de las pobrísimas condiciones que les ofrecen para el ascenso. De cualquier manera, el problema común y de referencia internacional es que conformamos la base inferior de la pirámide.
-Ello implica que, difícilmente, alcanzan posiciones de poder. El consabido techo de cristal…
-Exacto. Las mujeres ascienden hasta un determinado nivel y luego se topan con el techo de cristal. Ello configura situaciones tan espesas como constatables. Un ejemplo de ello es el Conicet: si bien las mujeres conforman el 53% de los investigadores totales, en general, casi todas se ubican en posiciones de Investigadoras Asistentes, Adjuntas e Independientes, y en mucha menor proporción son Principales y Superiores. En estos tramos solo hay un 25% de mujeres; y, como bien sabemos, ello no tiene absolutamente nada que ver con la pérdida de la inteligencia femenina sino con la presencia de factores socioculturales agudos.
-¿Cómo cuáles?
-En principio, por mandato social y cultural, las científicas continúan encargándose de las tareas domésticas, reproductivas y de crianza. Aun se constituyen en protagonistas dominantes de estas esferas y ello configura verdaderos límites para la producción científica y la competencia que implica la carrera (con condiciones cuantitativas que invitan a escribir el mayor número de papers). Siempre triunfarán los hombres en la medida en que tengan mayor disponibilidad de tiempo para sus vidas académicas. También ello convive con un fenómeno de autoimpugnación: mientras los hombres irrumpen en los escenarios, nosotras nos preguntamos varias veces antes de decidir si nos conviene ocupar una posición de poder.
-Por último, ¿cuál es el mensaje para las estudiantes que aún no saben si hacer o no una carrera científica?
-Las mujeres deben resistir y protagonizar la escena científica con mucha convicción. No tienen que frustrarse, ya que un paso en falso puede funcionar como una arremetida más crítica y de mayor enjundia. No hay que salirse del camino vocacional científico; más bien hay que fortalecerse, como en todos los órdenes de la vida.
:: Dora Barrancos dará una charla magistral en la inauguración del segundo cuatrimestre de 2018 (actividad sujeta a la resolución del plan de lucha de los docentes universitarios). Bajo el título “Resistencias y techos de cristal”, Barrancos reflexionará sobre el vínculo entre la mujer, la ciencia y la sociedad. De la actividad también participará Nadia Chiaramoni, que hará un stand up titulado “Un cerebro más liviano”. La cita es el viernes 24 de agosto a las 18 horas en el Ágora de la UNQ.