Narcotráfico: problemas locales requieren estrategias locales

El objetivo de máxima es desorganizar el crimen organizado. Sin embargo, en principio, es necesario desmenuzar: en Argentina, el narcotráfico no presenta la misma densidad que en otros rincones latinoamericanos como México y Colombia, promovido por auténticas redes denominadas “carteles”. Desde aquí, es fundamental que el Estado nacional, a través de sus brazos ejecutores, sea capaz de desarrollar estrategias concentradas en resolver los conflictos domésticos y no derroche sus fuerzas en cumplir con las recetas de EEUU. En definitiva, como los problemas no son idénticos, las soluciones tampoco lo serán.

En este marco, desde La ciencia por otros medios decidimos conversar con Germán Montenegro, uno de los expertos de la casa más pertinentes para derribar las paredes de un laberinto oscuro y difuso. Es Licenciado en Ciencia Política (Universidad de Belgrano), Magister en Ciencias Sociales (FLACSO) y docente investigador de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Se especializa en temáticas del campo de la seguridad (militares y policías), con énfasis en el estudio de la conformación de los mercados de drogas y la respuesta estatal en las últimas décadas. Su experiencia en el plano académico le ha brindado un espacio en el turbulento terreno de la práctica y, como si fuera poco, se ha desempeñado como Director Nacional de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, dependiente del Ministerio de Seguridad nacional. A continuación, algunas de sus reflexiones.

-Usted analiza la estructuración del mercado de las drogas durante las últimas décadas. ¿Qué transformaciones puede señalar al respecto?
-El campo del control de las drogas en América Latina es un escenario de acción política muy influenciado por agendas extranjeras, sobre todo la de EEUU: el principal consumidor. Ello configura un problema importante para la región porque las perspectivas y las estrategias estatales para abordar el conflicto, comprender la composición de sus mercados e identificar a sus actores obedecen a líneas de acción que provienen desde aquella nación. En efecto, el propósito fue identificar y caracterizar en qué consisten los rasgos propios que destacan en el entramado local.

-Es decir, frente a un conflicto local, el propósito fue priorizar el diseño de respuestas autóctonas más allá de las recetas extranjeras…
-Exacto. Y no se trata de afirmar que EEUU es el diablo imperial sino de reconocer, precisamente, que como país tienen un problema con las drogas que, por su influencia tan potente, desborda las fronteras nacionales y se torna global. Sus preocupaciones, en este sentido, no tienen nada que ver con las nuestras.

-¿A qué se refiere en concreto?
-Lo que ellos deben hacer es cortar el circuito de circulación de las drogas que confluyen en su territorio. En ese esquema, mientras que México es el principal canal de tráfico hacia EEUU y Colombia es su productor fundamental, Argentina cumple un rol bastante periférico. En efecto, lo que al gobierno estadounidense le interesa del problema de las drogas en los centros urbanos de nuestro país es supervisar aquel circuito que pasa por nuestro territorio y desemboca en el suyo. Por ello, si nosotros compramos sus recetas no nos ocupamos de nuestros propios conflictos.

-¿Y cuáles fueron las respuestas del Estado argentino?
-El Estado debe modificar el paradigma con el que tradicionalmente ha avanzado en el combate de las drogas y el narcotráfico. En la medida en que se trata de un flagelo transfronterizo el enfoque debe ser global, pero a partir de premisas que prioricen nuestras agendas y no las ajenas. En la actualidad, por caso, la cocaína que se dirige rumbo a Europa atraviesa nuestro país en mayor medida que en años anteriores. Ello requiere de una intervención estatal robusta, pero también implica solucionar un problema interno que se vincula con las organizaciones criminales y los consumos locales que obedecen a otras lógicas. Las zonas suburbanas de las grandes capitales argentinas –Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza– constituyen los focos más importantes.

-Se requiere, de esta manera, una intervención estatal pero en todas sus jerarquías. Me refiero al Estado nacional, pero también a los provinciales y municipales…
-Por supuesto. Además, el Estado no puede examinarse como un todo homogéneo sino que está compuesto por diferentes espacios, algunos que planifican acciones de prevención e intervención mientras otros favorecen la estructuración de estos mercados, intentan controlar lo menos posible e incluso tejen relaciones con el sistema criminal. En Argentina, hoy no existen organizaciones criminales con capacidad de imponerse al Estado (como en México o Colombia), por ello, desde el proyecto creemos que necesariamente existe la connivencia y la negociación; porque a pesar de todas las deficiencias que tiene, se trata de un cuerpo estatal fuerte. Todo lo que ocurre en el territorio sucede con conocimiento de las policías argentinas, ya sean nacionales, provinciales o municipales.

-De modo que estaríamos en presencia de un conflicto de tipo “estructural”…
-Así es, porque existen más similitudes que diferencias entre las perspectivas y las estrategias empleadas por los diferentes gobiernos durante las últimas décadas para enfrentar el consumo y la circulación de drogas.

-¿De qué manera arribaron a esta idea?
-A partir de investigaciones en las que cruzamos datos registrados en la prensa, estadísticas oficiales y entrevistas en profundidad con actores directamente implicados en la resolución de la problemática. Me refiero a fiscales, policías y funcionarios públicos. Las causas judiciales constituyen una fuente de información fenomenal porque permiten observar en detalle el panorama real de estas relaciones entre el mundo criminal y la política, que no se visualizan en el espacio público ni en ningún diario.

-Por último, cuando se piensa en el narcotráfico, inmediatamente emergen las imágenes de Pablo Escobar o el “Chapo” Guzmán. ¿Cuánto se parece esa realidad con lo que ocurre en Argentina?
-En Argentina, los medios de comunicación intentan emparentar esas situaciones de otros países latinoamericanos con lo que ocurre acá y ello brinda la excusa perfecta para la emergencia de las posiciones más reaccionarias de la militarización de la seguridad pública y el punitivismo excesivo. En nuestro país, si bien es cierto que el consumo de drogas ha crecido y los mercados se han estructurado de manera considerable (con una clase media que realiza consumos importantes y con una clase baja en condiciones de aportar mano de obra barata), todavía son espacios relativamente chicos en comparación a lo que ocurre en Colombia o México.

-Es decir que las organizaciones criminales argentinas, por el momento, son más bien rústicas y sencillas…
-“Los Monos”, por ejemplo, no constituyen una organización de delincuentes altamente sofisticada; más bien son una pandilla proveniente de zonas muy postergadas del sur de Rosario. Lo malo es que la política suele reaccionar cuando el problema se hace grande y las pandillas se vuelven carteles. Por ahora, las drogas no se llevan puestos nuestros gobiernos; razón por la cual, en la actualidad, no se preocupan por combatir el crimen organizado.

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