Ciencias de la computación: el próximo desafío de la educación primaria y secundaria

“No se puede pensar hoy en una ciudadanía plena si no se entiende cómo funcionan las soluciones informáticas y de computación”, asegura Pablo E. “Fidel” Martínez López, docente investigador de las carreras de programación e informática de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y exdirector de la Tecnicatura Universitaria en Programación Informática, consultado acerca de una de las preguntas de 2020: ¿qué hacemos con la computación en la escuela? La cuestión está planteada porque en septiembre del corriente vence el plazo de dos años estipulado por la Resolución 343/18 del Consejo Federal de Educación para “adecuar los documentos curriculares” a los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAP) para Educación Digital, Programación y Robótica.

De acuerdo a esta resolución, en la segunda parte de 2020 se deberá, además, explicitar en qué áreas de conocimiento se trabajarán los contenidos; desarrollar un plan de formación docente continuo; integrar los NAP en la currícula de la formación docente inicial y llevar adelante acciones de divulgación hacia la comunidad educativa para promover su aprendizaje. Siendo que solo nos separan seis meses, es pertinente averiguar en dónde estamos parados para saber así cómo seguir.

“La situación en el país es heterogénea y eso se debe a que, como el sistema educativo es federal, cada jurisdicción tiene autonomía sobre lo que hace y cómo lo hace”, señaló Fidel. “Por el momento, Neuquén es una de las primeras provincias en implementar las Ciencias de la computación como materia, que es lo que perseguimos quienes estamos de este lado. Después tenemos algunos ejemplos donde hay pocas horas en el secundario, pero sin que los ministerios provinciales tengan un lineamiento definido en común (como en Santiago del Estero) o donde solo existe la orientación en informática que los estudiantes pueden elegir, pero no hay una asignatura en la currícula general (como en el caso de Mendoza)”.

En este escenario, el objetivo de la iniciativa Program.AR –perteneciente a la Fundación Sadosky, con la que la UNQ trabaja en conjunto desde hace varios años– es lograr que las Ciencias de la computación se constituyan como una materia más en las primarias y secundarias de todo el país. En este sentido, no concuerdan con otra de las posibilidades que se contemplan: la informática como un eje transversal a todas las asignaturas. Fidel explicó que la transversalidad no tiene sentido aquí porque no piensan a la computación como una herramienta sino como un contenido en sí mismo. “Por eso necesitamos un espacio para enseñarlo, con profesionales capacitados para tal fin. De lo contrario, por más que en la clase de Historia se utilice la informática, el docente evaluará sus contenidos y no la calidad computacional del producto”, consideró el docente.

Y aquí es donde se vuelve a la denominación de la materia. Los expertos no hablan de “informática”, ni de “computación” o “nuevas tecnologías” sino de “Ciencias de la computación”. “Creemos que esto es más abarcativo. La informática tiene más que ver con el uso que con la comprensión, mientras que nuestra propuesta integra a ambas. Trabajamos sobre aspectos de la computación que no son necesariamente los que se ven; también es importante saber cómo se construyen las cosas, qué tecnologías se utilizan, cómo se piensa y qué decisiones se toman para lograr un producto”, aclaró.

Desde aquí, las Ciencias de la computación incluyen, por supuesto, a la programación pero también a la algorítmica (es decir, las formas o metodologías de pensar estrategias para solucionar problemas); a las estructuras y bases de datos (dedicadas a entender cómo se organiza la información, con el objetivo de acceder a ella de forma rápida y adecuada a las necesidades de un problema); a la arquitectura de computadoras y redes (aquí se hace referencia a cuestiones de hardware y conexión); al aspecto social de la tecnología (sus implicaciones sociales) y a la inteligencia artificial, entre otros tópicos.

“Lo que buscamos es seleccionar conceptos clave para trabajar en nociones fundamentales que les permitan a los chicos salir del secundario con un conocimiento básico de las tecnologías que los rodean”, afirmó. El objetivo suena –y es– ambicioso. Por eso, es clave la educación de los docentes, ya que de nada sirve lograr los módulos para dictar esta materia si no se cuenta con profesores que puedan enseñarla.

Junto con la Fundación Sadosky, la UNQ dicta cursos de formación docente desde hace unos siete años. “Comenzamos con un nivel inicial y el año pasado diseñamos una segunda parte de ese curso, donde se utiliza Gobstones, un lenguaje de programación pensado y diseñado en esta Universidad”, contó, orgulloso. Es que Gobstones es su creación; en 2019 fue incluido en un manual que editó la Fundación para utilizar en escuelas y este año el segundo curso estará en 14 de las cerca de 18 universidades de Argentina que dictan este tipo de capacitaciones.

Además de esto, la Fundación Sadosky ofrece especializaciones docentes y colaboró en la creación del primer posgrado de profesorados en la Universidad Pedagógica Nacional. “También cabe destacar que existen charlas destinadas a directivos, inspectores y personal de gestión educativa, que son fundamentales para vehiculizar todas las otras capacitaciones. Es fundamental que ellos entiendan la importancia de estos contenidos para que impulsen el perfeccionamiento de sus docentes y la implementación de estos temas en los establecimientos que conducen”, añadió Fidel.

Su aspiración más inmediata es que todas estas iniciativas se institucionalicen, pasen a ser una política pública a largo plazo que permita un trabajo sostenido. Ahora bien, si lo hacemos mirar más a largo plazo, se entusiasma un poco: “Nuestro fin último es que la gente sepa cómo se organiza la sociedad a través de la tecnología y cómo las ciencias de la computación impactan en esto, en nosotros. Este es un paso esencial para que podamos, al menos, empezar a pensar alternativas. Sin esto, no podemos entender el mundo que nos rodea; no podemos defendernos ni posicionarnos en un lugar interesante en la competencia mundial por el conocimiento. Seremos esclavos de las compañías multinacionales, que ya tienen el dominio de nuestros datos”, concluyó.

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