“A los docentes de secundaria les cuesta el laboratorio”

“Nos preocupamos por desarrollar un enfoque más complejo respecto a todos aquellos aspectos que participan de la construcción del conocimiento científico. Se trata de pensar a la ciencia como un escenario atravesado por intereses económicos, sociales e históricos”, apunta Silvia Porro. Es doctora en Bioquímica y, si bien durante 20 años se destacó con sus investigaciones en microbiología aplicada en el laboratorio, desde hace ya más de una década concentra sus esfuerzos en el campo de la didáctica de las ciencias, con diversos proyectos anclados en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Desde aquí, pretende compartir una perspectiva que problematiza los modos en que se desarrollan los procesos de enseñanza en los colegios, cuestiona las prácticas residuales asociadas al aprendizaje de fórmulas y demás contenidos de memoria, al tiempo que invita a los docentes a amigarse con el laboratorio, un escenario al que suelen temer “por simple desconocimiento”.

 

-¿Qué investigan los que investigan en el campo de la didáctica de las Ciencias Exactas y Naturales? ¿De qué se trata?
-Pienso que es un punto de frontera entre, precisamente, las Ciencias Exactas y Naturales y las Ciencias Sociales, porque implica una reflexión sobre el proceso de educación. En este momento, el proyecto titulado “La enseñanza de la naturaleza de la ciencia y la tecnología. El desarrollo del pensamiento crítico” forma parte de un programa iberoamericano que se realiza en ocho países de la región. En general, las personas recuerdan su paso por materias como Física, Química y Matemática en el colegio secundario como algo desagradable.

-¿Por qué piensa que a los estudiantes les cuesta tanto este tipo de asignaturas?
-Por el modo en que se enseña, muy vinculado a la concepción de la naturaleza de la ciencia que desarrollan los profesores. La ciencia, entonces, continúa siendo vista como algo exacto, único y lineal, del mismo modo que el científico aun es observado como el señor despeinado de guardapolvos y anteojos con lentes de aumento. Los jóvenes aprenden fórmulas de memoria que, en ningún caso, tienen la posibilidad de recordar más adelante ni comprenden su contexto de surgimiento.
-Se torna necesario, en este sentido, modificar los procesos de enseñanza-aprendizaje…
-Exacto. Para ello es fundamental el desarrollo del pensamiento crítico. Bajo esta premisa, nos dirigimos a las aulas de diferentes niveles educativos, observamos cómo actúan los docentes y luego realizamos entrevistas para ver qué piensan acerca de determinadas temáticas. Estas actividades se complementan con las de extensión: formamos a los profesores en el desarrollo de herramientas vinculadas a la comunicación pública de la ciencia y la divulgación. Hemos realizado ferias de ciencias, así como cursos de capacitación para enseñarles a manejarse en el laboratorio.

-¿Qué quiere decir “manejarse en el laboratorio”?
-Hemos estudiado que, a pesar de que los docentes imparten clases sobre las denominadas “ciencias experimentales” –según la tradición española–, no están capacitados para exprimir al máximo las posibilidades que brinda un lugar como el laboratorio. De este modo, a los docentes de escuela primaria y secundaria les cuesta el laboratorio porque nunca les enseñaron cómo moverse en este tipo de sitios durante su propia formación. Entonces, como el maestro pretende enseñar contenidos que maneja y sobre los que tiene seguridad, hay estrategias y espacios que son desechados sin siquiera ser empleados.

-¿De qué manera se revierten estos problemas?
-Realizamos el diseño de secuencias didácticas basadas en la naturaleza de las ciencias, o bien en el enfoque denominado Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). Desde aquí, proponemos nuevas formas de enseñar en el aula a partir de problemas cotidianos. Es decir, sobre la base de temas que funcionan como “disparadores” (como puede ser el medioambiente) se recuperan conocimientos vinculados a diversas disciplinas (Meteorología, Biología, Geología, etc.). Ello nos lleva a un segundo nudo que es la interdisciplinariedad, central para el abordaje de temas que requieren de diversas miradas y ángulos. Nos interesa, desde esta perspectiva, propiciar el diálogo entre los profesores de distintas asignaturas para fomentar la construcción de un punto de vista conjunto a partir de problemas reales.

-Y respecto a los estudiantes, ¿qué puede señalarse? ¿Se sienten atraídos por este tipo de materias y temas?
-En general, se dice que “a los alumnos no les gustan este tipo de temáticas”, o bien que “cada vez se inscriben menos en las orientaciones de Ciencias Exactas y Naturales”. En esta línea, pienso que lo que se requiere es una mayor cuota de incentivación y estímulo, ya que es necesario demostrar a los estudiantes que el conocimiento científico está en todos lados.

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